
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La falla Pumpido
Mesa 8
Cuánto se ha debatido, discutido, informado y publicado sobre proyecto de la torre del Puerto de Málaga? Para sus defensores, parecía ser la promesa arquitectónica del siglo. Para sus detractores, era toda una aberración y un atentado al medio ambiente paisajístico y al urbanismo de la ciudad. Pues, tras toda una década de debates y de hacer y rehacer el proyecto necesario para modificar el Plan Especial del puerto, resulta que, según el presidente de la Autoridad Portuaria, Carlos Rubio, dicho proyecto no era más que un “dibujo” o, en el mejor de los casos, una “maqueta”. Toda una fascinante historia de lo que parecía ser pero no fue, porque después de dicha década de trámites, con la firma de dos proyectos “básicos” del Estudio Seguí, resulta que lo hecho no era un proyecto real ¡Qué va! Tal como ha dicho Carlos Rubio: “era algo que podía ser, pero que en realidad no era ni un proyecto”, era ¡¡un dibujo!!! Y la Autoridad Portuaria utilizó ese dibujito como base para avanzar en toda la tramitación municipal, la modificación del Plan Especial del Puerto, la realización de los informes ambientales y hasta se llevó a cabo una exposición pública ¿A que huele a tomadura de pelo? Y ¿cuánto nos ha costado la broma y quién la ha pagado? Porque un dibujo con diez años de trabajo y de trámites administrativos ¿Debe haber costado una pasta? Digo yo.
Ahora, tras este largo proceso lleno de visibilidad política y administrativa, se la ha dado un estrambótico giro. El dibujo de Seguí se sustituye por un “proyecto” de Chipperfield. Y, para que lo realice y presente, los promotores piden una prórroga de cuatro meses. Debe ser que el arquitecto inglés vende proyectos prêt-à-porter. A estas alturas, lo que sabemos es que el proyecto final “cambia completamente” respecto al anterior, lo que parece una incongruencia, ya que el Plan Especial se modificó con el proyecto-dibujito anterior ¿Será necesario un nuevo trámite? ¿No?
Según Rubio, ahora, lo importante no es ni la torre ni sus 144 metros de altura. ¡No! Lo verdaderamente fascinante son las “líneas maestras”. Unas líneas que, como en un juego de adivinanzas urbanísticas, aún no especifican nada, pero señalan que la torre será “estilizada” y estará rodeada de una “plaza de conventos”, una “nueva plaza” para Málaga. La gente de la ciudad, entonces, no solo ganará una torre que cambiará el skyline, sino también un espacio “muy atractivo” para pasear.
En resumen, que nos quieren vender lo mismo, pero con marca. El nuevo proyecto se le ha encargado, nada más ni nada menos que a David Chipperfield, un arquitecto ganador del premio Pritzker, para añadirle algo de glamour al asunto. Además, con un trimestre le ha bastado para acabar con el problema y no, como el “dibujito” anterior que ha tenido que estudiarse durante una década. (Chipperfield sí que nos puede resolver la falta de viviendas ¡hombre!).
En un magistral ejercicio de camuflaje, el premio Pritzker nos ha desviado la atención a la parte horizontal del proyecto mientras la polémica torre la ha hecho crecer en altura ¡Un maestro! Con el respaldo de Hesperia y Al Alfia, Chipperfield ha prometido transformar un “espacio industrial” en un centro comercial y de actividad para la ciudad.
Vamos que, si el destino natural de un puerto es estar llenos de barcos, el destino del Puerto de Málaga será estar lleno de comercios y servicios.
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