Ignacio del Valle
Hiperchiringuito
Nunca he sido lo que se dice un gran aficionado al futbol, ni a ningún otro deporte, pero siempre me han entretenido y he disfrutado con los eventos importantes, especialmente cuando en ellos han sido protagonistas representantes españoles. Pero, lo dicho, mi afición no llega más allá de practicar el “sillón-bol”, frente a la tele y con una buena copa a mano.
Pero este pasado domingo, como toda España, me convertí en un forofo espectador. Toda la tarde frente al televisor que se ha convertido en el “ombligo de la casa”. Para los antiguos griegos, los que inventaron nuestra civilización occidental, incluido los deportes (que por algo son olímpicos), tal era llamado “omfalós”, o sea, el brasero, elemento del hogar alrededor del cual se reunía toda la familia. El domingo toda la familia española se reunió en torno al televisor. Primero, como aperitivo del apoteósico festival, para ver como el joven Alcaraz se hacía con el triunfo en Wimbledon frente a Djokovic, su segundo Grand Slam en el año. Rindió a Inglaterra. Ese fue el aperitivo que precedió al glorioso ágape que vino después. La selección española de futbol masculino se proclamó campeona de Europa por cuarta vez en la historia, encabezando así el ranking de número de copas ganadas. Cuatro, cuatro copas de Europa lucen en nuestra vitrina. Le sigue con tres Alemania.
Yo no entiendo mucho de futbol pero, practicando el “sillón-bol”, he visto los siete partidos de “La roja” y todos me han divertido, en contraposición con el futbol aburrido que me he tragado de las otras selecciones. Un futbol ágil, rápido y vertical, emocionante, con goles para enmarcar y con chavales tan alegres en su juego como humildes en sus formas y comportamientos. No tengo la menor duda de que ha sido Luis de la Fuente el que ha forjado este equipo ejemplar y campeón. Antes hablaba del “ombligo de la casa” de los griegos, pues tal era, en la mitología griega, el símbolo de la diosa Hestia cuyo reino era el hogar y su virtud la modestia. Pues bien, ha brillado el seleccionador por su modestia y señorío, sin estridencias, sin buscar titulares con los que hacerse notar, ha creado con estos jugadores, que son fenómenos, una familia que reluce al completo. Todos han brillado y ninguno se ha crecido, ni creído, por encima de los demás. Todo un ejemplo. Ha sido la primera vez que la selección española ha ganado bajo un único símbolo: la bandera de España. No ha aparecido ningún jugador sacando de la faltriquera su correspondiente banderita de la barriada autónoma donde nació. Todos han sido uno para una, la que nos une a todos. Luis de la Fuente ha conseguido acabar con las cantinelas de que la selección gana porque ha sacado a más jugadores del Barsa o del Madrid. Todos son todos y todos son buenos. Aunque quede algún gilipollas que otro que cuando Lamine Yamal (esa estrella que el cielo nos ha mandado) marca un gol estelar, salen rápidos a señalar que es del Barsa, o que lo ha marcado gracias a Carvajal que es del Madrid.
Ha sido un domingo feliz con los triunfos de Alcaraz y la Selección. Me han sabido a gloria, la misma que me sabe un dryMartini brindando por el maestro Alcántara con mi amigo Salva en el María. Hoy brindaremos, además, por la Selección y por Alcaraz.
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