La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
Puerta del Sol,12 de la mañana. Dos políticos madrileños se enfrentan en un duelo sangriento, dónde sólo puede quedar uno. En un lado está Pedro Sánchez Pérez-Castejón, presidente del Gobierno de España, en el otro Isabel Natividad Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. Hasta ahora las refriegas, bulos, dimes y diretes han sido sus armas, pero ha llegado la hora de la verdad. ¿Quién vencerá? Solo el oso y el madroño lo sabrán.
Con el paso de los meses resulta cada vez más sorprendente la animadversión entre estos dos conciudadanos. Y es aún más incomprensible que todo un presidente nacional se preste a esta pugna permanente con una presidenta regional. Siempre espera uno que los políticos se enfrenten a personas con un nivel de responsabilidades similar, y conocedores de realidades equivalentes. Pero no es así el caso que nos ocupa, y alguien tendría que recordarles la esfera de cada uno, antes de que sigan haciendo el ridículo.
Si esta estrategia intenta ningunear a Feijoo, el error no puede ser más garrafal. Mientras el gallego pasea por España, da mítines y conferencias, con toda la tranquilidad del mundo, los otros dos siguen engarzados en unas cuitas permanentes que no les genera ninguna rentabilidad política. Esto lo conocen muy bien los buenos entrenadores de fútbol, que atraen sobre si mismos los problemas del equipo y generan todos los conflictos con la prensa, para tener entretenidos a los muy cafeteros y en calma total a su plantilla. Y en esto parece que Ayuso tiene un buen pacto con su presidente para atraer el foco de los problemas.
Lo que sí deberían tener claro ambos contendientes es que muchas de las actitudes chulescas capitalinas no son muy bien recibidas en las provincias. Las permanentes acusaciones a familiares, amigos o mediopensionistas sin que medien imputaciones ni condenas, empiezan a aburrir al público y a preguntarnos, sin acritud, ¿es que no tienen nada más interesante que hacer por los ciudadanos? Está claro que sus más fieles seguidores deben estar orgullosos con el envite constante, pero tanta testosterona pasa factura, y el desgaste personal en política no es un buen consejero.
Por tanto, sería bueno recomendarles a ambos, cuando abandonen sus bravuconerías, la famosa frase de Winston Churchill: “Coraje es lo que se necesita para levantarse y hablar; pero coraje también es lo que se necesita para sentarse y escuchar”.
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