La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Paisaje urbano
Hay muchas formas de ver los resultados de las elecciones catalanas del pasado domingo. La primera, y gozosamente positiva, es la caída en apoyo popular a los partidos independentistas, que han obtenido un 43% de los votos emitidos, lo que extrapolado al total del censo contando la abstención nos da una cifra efectiva de catalanes que ha mostrado su preferencia por opciones secesionistas del 25%. Que en unas elecciones autonómicas, donde se supone los asuntos identitarios influyen más en el voto, sólo uno de cada cuatro hayan manifestado esa preferencia deja bien claro la falta de legitimidad para abanderar cualquier movimiento de ruptura del sistema constitucional que mal que bien nos sigue amparando.
La segunda conclusión es la victoria clara del PSC y de su líder, Salvador Illa, un buen candidato con un perfil moderado e inteligentemente ambiguo que aúna sin despeinarse esas dos almas que cohabitan desde antiguo en los socialistas catalanes: la constitucional fraguada sobre todo en el voto de la periferia obrera barcelonesa de raíz españolista, con la republicana de ciertas élites burguesas que no se cortan al coquetear con las políticas confederales propias del nacionalismo. Como ha pasado otras veces, las vías de comunicación entre PSC y ERC han vuelto a abrirse en beneficio del primero cobrándose de entrada su primera víctima, el president saliente Aragonès. Y es más que probable que el mayor protagonismo de Junqueras ahora no sólo no fomente la desafección, sino todo lo contrario.
Y de ahí viene mi última percepción, relacionada con el presidente Sánchez, quien no ha salido para nada mal parado de este penúltimo envite. Con todas las posibilidades abiertas, yo me inclino por aventurar la proclamación de Illa con el apoyo, más o menos entusiasta, de los partidos de izquierda, dejando en el tejado de Puigdemont la decisión de seguir manteniendo al inquilino de la Moncloa. En este escenario de incertidumbre, la cada vez más lejana paliza del PP en las europeas (las encuestas apuntan a un empate técnico) y el más que probable encontronazo de Sánchez con sus antipáticos aliados de derechas pondrán en bandeja al primero, aglutinador ya sí del voto de toda la izquierda, la convocatoria de elecciones, cogiendo nuevamente a Feijóo con el pie cambiado. Y veremos si al final, el que más y el que menos, no acaba por dar por buena la casi ya olvidada amnistía.
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