La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Quousque tandem
La primera víctima de una guerra es la verdad. Y en la invasión rusa de Ucrania no iba a ser distinto. La desinformación, los bulos, paparruchas y mentiras vuelven a contaminar las noticias. La diferencia con otros tiempos está en el altavoz que suponen las redes sociales. Altavoz y correa de transmisión de cualquier delirio. Además de las intoxicaciones provenientes de los bandos contendientes, en este caso, el agresor ruso y, también, el agredido ucraniano, nos encontramos con miles de conspiraciones pergeñadas en algún derrengado sofá de sabrá Dios dónde. La libertad de opinión es sagrada y no debe limitarse. Sin embargo, aceptar como válido y cierto cualquier mensaje recibido constituye un grave peligro para una sociedad sana y bien informada que debe actuar con racionalidad.
La segunda víctima de la guerra son los principios. Resulta patético comprobar cómo se abandonan o matizan por mero interés o rechazo a aquel con quien no queremos coincidir, aunque hoy sea justo hacerlo. En particular, los de muchos de los que actúan como meros espectadores desde la comodidad de sus casas. Resultan inadmisibles numerosos equilibrios dialécticos vistos en estos terribles días. En la izquierda europea más radical, tradicionalmente antiyanqui y con cierta dependencia psicológica de lo que significó la URSS durante el siglo XX, abundan los mensajes en los que junto al "No a la guerra" se ataca a la OTAN y a los EEUU. En fin, nostalgia del ""Yankees, go home" de los sesenta y setenta. Pero como el señor Putin, además de haber sido agente del KGB y miembro destacado del PCUS, se ha convertido en un líder admirado por todos los nacionalistas europeos, también hay muchos, al otro extremo, que pasan de puntillas sobre la agresión y dedican largos circunloquios para explicar el derecho de Rusia a recuperar sus fronteras imperiales. Añejo imperialismo, aderezado con eso que llaman democracia iliberal. Un sistema en el que siempre gobierna el mismo y las elecciones son pura pantomima.
Recordando a Churchill una vez más, en esta ocasión tampoco parece posible predecir las acciones de Rusia. Vuelven a ser un "acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma". Lo que no esperábamos algunos es que tantos siguieran sin superar viejos clichés, ni ser capaces de defender con valentía y sin ambages los valores fundamentales en los que se sustenta nuestro sistema político: Democracia y Libertad.
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