El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
La caída de Íñigo Errejón nos muestra lo crepuscular de aquella nueva política. En apenas una década han abandonado la política activa Pablo Casado, Albert Rivera, Pablo Iglesias y ahora Íñigo Errejón. Ciudadanos ha desaparecido. Mientras, IU, Sumar y Podemos se debaten ante un porvenir incierto. Lo que quisieron y no pudo ser, el asalto a los cielos y la regeneración democrática de nuestro país se ha convertido en un ciclo político tortuoso en el que se han quemado líderes y partidos. Una política muy dura ha prevalecido sobre aquel anhelo de cambio. La decadencia no tuvo nada de poética, pero fue siempre por causas políticas. También se mezcló un casoplón. Esta vez fue por comportamientos no ejemplares y machistas suscitados por acusaciones de violencia machista.
En este caso ha sido el conocimiento de actitudes y comportamientos machistas que pueden ser calificados de abuso sexual. El martes empezaron a circular por Instagram y X unos mensajes anónimos difundidos por la periodista Cristina Fallarás que denunciaban que un “político muy conocido de Madrid” era un “maltratador psicológico” y un “verdadero monstruo”. Aunque esos mensajes no hacían mención explícita a Íñigo Errejón, en Sumar entendieron que se referían a él. Fue entonces cuando varios dirigentes comenzaron a pedirle explicaciones y, finalmente, se produjo su dimisión, el pasado jueves. En la carta que presentó en X intentó justificar su comportamiento con comportamientos que asociaba al patriarcado. “He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona”, afirmaba. “En la primera línea política y mediática se subsiste y se es más eficaz, al menos así ha sido mi caso, con una forma de comportarse que se emancipa a menudo de los cuidados, de la empatía y de las necesidades de los otros. Esto genera una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica, con compañeros y compañeras de trabajo, con compañeros y compañeras de organización, con relaciones afectivas e incluso con uno mismo”, añade. Después la actriz Elisa Mouliáa ha contado su experiencia y ha puesto la primera denuncia por acoso sexual. A partir de ese momento, surge el Me Too español y han surgido más de una decena de denuncias contra el ex portavoz de Sumar.
Es evidente que, aunque ha habido un reconocimiento de los hechos por parte de Iñigo Errejón, su justificación no deja de ser propia de una retórica teórica e ideológica poco convincente. En cualquier caso, parece que en los círculos cercanos a Íñigo Errejón conocían su comportamiento, al menos desde hace un año. Con independencia de lo que pueda ocurrir judicialmente, ha hecho lo correcto desde el punto de la responsabilidad política. Su principal problema reside en la contradicción entre los principios que defiende en la esfera pública y lo que hace en su vida privada. Es un destacado y mediático líder de la izquierda: Defensor, por supuesto, de la causa del feminismo. Ahora sus rivales políticos, y desde luego la derecha, lo podrán atacar por padecer la hipocresía y la doble moral de ser portavoz de una izquierda que predica en público el feminismo, mientras en privado cultiva unos comportamientos de un machismo dominante y poco decoroso. También, paradójicamente, puede ser víctima de la ley del sí es sí. Ni siquiera estar en tratamiento psicológico le ha podido salvar esta vez. Un triste final de un líder político que parecía llamado a tener futuro en la izquierda en nuestro país.
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