¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Cuando el centro de Málaga empezó a sufrir la colonización de un turismo masivo, muchos fuimos los que pensábamos que existía una excesiva concentración de uso hostelero en un espacio limitado como era este. Pensamos que la generación de nuevos puntos de centralidad paliaría el problema. Se trataba de repartir la actividad por un área más amplia para, de este modo, disminuir su intensidad. Si esta operación se acompañaba de un conjunto de actuaciones de renovación urbana en otros puntos de la ciudad que no siguieran la política de mancha de aceite que se ha llevado, la mejora de la habitabilidad del centro acompañaría a la revalorización de otras áreas de la capital.
Ni la política ni los resultados han sido esos. La regeneración urbana ha continuado centrada en expandir la renovación del centro histórico. Aumentando el perímetro de la zona de actuación con el avance de las obras que, estos días, ya alcanzan a las calles Carretería y Álamos. Las áreas de nueva centralidad que han surgido lo han hecho de forma natural. Unas, como la avenida de Plutarco en Teatinos, por la mera dificultad que representa la distancia al centro de la gran área de expansión de la ciudad. Otras, como Echevarría del Palo o de Huelin, porque poseedoras ya de cierto carácter epicéntrico en su entorno, se han visto reforzadas por el rechazo que provoca a buena parte de los malagueños desplazarse a un centro que ya no identifican como propio.
Aunque la idea inicial era que la aparición de nuevas áreas de ocio bajaría la presión en el centro, el resultado no ha sido el esperado. En el centro, porque la demanda no ha disminuido, sino que ha seguido creciendo fruto de turismo en continuo aumento. Y en las áreas de centralidad, porque la implantación o la intensificación de la actividad hostelera en esas zonas ha seguido el mismo patrón de ocupación de la vía pública que se ha permitido en el centro. De este modo, si hace veinte años eran sus vecinos quienes se quejaban de las molestias del ocio nocturno, hace unos días les han unido los de Teatinos y Huelin. Lo que invita a pensar que el problema no es otro que cómo se gestiona el uso del espacio público. O de parte de él. Porque por ahora se salva Echevarría del Palo. A finales de los ochenta fue la zona de marcha, hasta que dejó de serlo. Alguien tomó cartas en el asunto, los bares cerraron las terrazas a su hora y se acabó en follón en la calle.
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