¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
El balcón
El 16 de noviembre, al inicio del partido de España contra Chipre, un extremo español hizo dos recortes magistrales en el área chipriota y marcó un golazo. Destaca la juventud del futbolista, 16 años. Y también que este español nacido en Esplugas de Llobregat y criado en Mataró es hijo de un marroquí y una ecuatoguineana. Se llama Yamine Yamal Ebena. Tres días después, en el circuito de Catar se proclamó campeón del mundo de Moto3 otro joven, en cuyo casco destacaba la bandera nacional. Se llama Jaume Macià. Es valenciano; si fuese catalán hay dudas de si se arriesgaría a llevar la enseña. Ser españoles les resulta a ambos algo natural, sin complejos. Lo mismo que cuando en 2008 España le ganó a Alemania la Eurocopa en Viena y se hizo popular “¡yo soy español, español, español!”. Un año antes, el Comité Olímpico hizo un concurso para poner letra al himno nacional ante la frustración que supone cantarla a base de chanta tachanta. Aquello no prosperó.
En esta España goyesca es imposible poner de acuerdo a todo el mundo. El último duelo a garrotazos se ha celebrado en el Parlamento europeo. El exagerado espectáculo del jueves sobre la amnistía a Puigdemont y sus cómplices distorsiona la realidad del país. El enfrentamiento sin cuartel entre PSOE y PP deteriora la imagen de España, mientras el ultranacionalismo catalán sigue en la matraca. Jordi Solé (Esquerra) sostuvo que la amnistía “repara la represión policial, judicial y económica contra el independentismo”. Y Maite Pagazaurtundúa (Cs) introdujo lucidez: “es mucho peor que dar impunidad a cambio de siete votos, el problema es que los socialistas les han dado la razón, y no la tienen los secesionistas catalanes; no es un déficit democrático, es un problema de identitarismo excluyente y de populismo rancio”.
Al margen de la crispación política, ser español es motivo de orgullo no sólo por los éxitos deportivos, sino sobre todo por la protección que ofrece la nacionalidad. El mismo día en que Yamal marcó su gol a Chipre llegaron a España 139 hispano palestinos, entre ellos 67 niños. Emociona la evocación. Estos seres humanos han podido salir del infierno de Gaza porque su país de acogida les ha dado cobertura. Cuando se vieron en el avión camino de Madrid gritaron “¡viva España!”.
Frente a los hispano escépticos convertidos en separatistas irredentos y frente al ultranacionalismo español intolerante (ambos xenófobos) hay una mayoría de españoles que de manera tranquila repudia esta amnistía sin mediar disculpa ni rectificación alguna. Disfrutan con razonable satisfacción de ser españoles. Un país que les protege.
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