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Carlos Colón
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QUIZÁ en la casa y la infancia de los Bécquer rondara la leyenda que había en la mía y en la de tantas gentes que crecimos en pueblos de Andalucía que antaño fueron asentamientos de la Bética: hay un tesorillo romano escondido bajo la tierra escasa que perteneció a la familia o en el soberado de la casa de labranza. El hallazgo, hace pocos días, de ánforas y más ánforas llenas de monedas romanas, en la finca que hasta el XIX poseyeron los Bécquer en Tomares, me ha traído al recuerdo mi infatigable búsqueda, cuando niña, de un tesoro que -siempre se dijo- había en el haza de mi abuelo.
En 2018, los billetes de 500 comenzarán su camino hacia la extinción. Dejarán de imprimirse. Mantendrán su valor "siempre", ha dicho -qué cándido cuando quiere- el BCE, y podrán ser cambiados en los bancos centrales de la zona euro "por un periodo de tiempo limitado". Quieren así mover esos billetes dormidos o en negro y dificultar los chanchullos de taco gordo. Hasta ahí, bien. Por lo demás, tengo mis objeciones al respecto: esta y otras medidas engrosan la sospecha (como si el billete mismo y el guardárselo fuera ilegal) y subrayan la tendencia a la limitación y el desuso del dinero en efectivo, más discreto, y que al menos evita que todo pase por las manos huesudas de los bancos. Pero, además, ¿qué será de los niños del futuro buscadores de tesoros?; ¿qué país le vamos a dejar a las nietas de nuestras nietas, si ya no se guardan maletines petados de billetes en el armario del suegro de Francisco Granados, si desaparecen los sobres a políticos, si en vez de guardar, quien se los gane, los oros entre la borra, los convierte en Sumo Ideal al invertirlos en el Mercado de Futuros? Estos euros antiguos del mañana, qué poco en Cádiz darán que hablar.
Con todo, esperamos que algunos fajos de 500 no se lleguen a orear y que los hallen, así pasen 1.600 años, hechos guano. Sería rico tesoro, no ya por la potente imagen poética o el valor sentimental -pues, como escribió Gustavo Adolfo, "pienso, cual tú, que una oda sólo es buena/ de un billete del Banco al dorso escrita"-, sino por ser testimonio de una Europa ocupada en sus fines materiales y estratégicos más que en sus principios y valores, y que los malos historiadores querrán equiparar con la antigua Roma.
(Por cierto, encontré el tesoro que de niña busqué: una imaginación ingobernable y el pasmo ante el brillo vivo de las piedras de cuarzo).
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