El mundo de ayer
Rafael Castaño
Un millón
Vía Augusta
Mientras toda España estaba conmocionada por los dantescos efectos que una Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA), el Gobierno del Reino de España y sus socios dieron muestra de cuál es su catadura moral, por si no era suficiente con la hipocresía que demostrada en el caso Errejón. Cuando el luctuoso balance de la gota fría apenas superaba una decena de muertos, pero era evidentísimo que la cifra seguiría creciendo –ahora sabemos que la peor catástrofe climática del siglo se ha cobrado al menos 158 vidas–, el PSOE, Sumar y sus socios de investidura –salvo el partido valenciano Compromís– se negaron a suspender un pleno extraordinario para poder ejecutar la colonización política de RTVE. Y lo hicieron con el mayor ejercicio de cinismo parlamentario que se recuerda en muchos años: la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, había pedido a la oposición, que ejercía su función de control al Ejecutivo, una tregua ante la tragedia que vivía España.
Aun así, fue desde los bancos de la oposición desde donde se planteó que se suspendiera de inmediato toda actividad en el Congreso de los Diputados. Y a la Mesa de la Cámara Baja le costó más de una hora tomar esa decisión incompleta, porque se negó en redondo a que no se celebrase el pleno extraordinario que debía convalidar el decreto ley con el que el Gobierno va a renovar el Consejo de RTVE con el sectarismo y la cesión al chantaje separatista como seña de identidad, mermando la representación de la posición en el órgano, de la que forma parte el partido más votado por los españoles.
Resulta abyecto que para evitar preguntas sobre la ampliación de la investigación a Begoña Gómez, la esposa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a la que ahora se imputan indicios de delito de apropiación indebida y de intrusismo profesional, que se suman a los de tráfico de influencias y corrupción en los negocios, o sobre cómo el titular de la Fiscalía General del Estado se aferra al cargo al tiempo que la Guardia Civil registra e incauta material en su despacho oficial, sí se esgrima la tragedia provocada por una riada pero no para posponer el asalto de RTVE, que engrosa la lista de instituciones sometidas por un Gobierno acorralado.
Con más de un centenar de cadáveres por localizar en el lodazal en que se convirtieron los cauces y barrancos del Levante español, este Gobierno se autosepultó bajo el fango. Tanto apelar a la máquina que lo produce por parte de Sánchez y sus ministros para no dar las explicaciones que España merece y actúan sin apenas preocuparse de disimular que la mayor fábrica de bulos y de manipulación informativa y política es La Moncloa.
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