El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
La esquina
Es un fenómeno. Cada problema lo convierte en una oportunidad. No en vano ha puesto de moda la palabra resiliencia. Ha logrado transformar el desastre de Afganistán en un caso ejemplar de solidaridad internacional y derivar la derrota colectiva en un triunfo personal por una buena gestión del problema inicial de los refugiados. Ha aprovechado la irracional negativa de Pablo Casado a renovar el Consejo General del Poder Judicial para estigmatizar a la derecha como carente de sentido de Estado y presa del sectarismo (él, que gobierna con algunos al que el Estado les importa un pito, y gracias a los votos de otros a quienes les importa aún menos). Ha abierto el curso político con un mitin selecto en el que tras vender los datos positivos de vacunación -que tanto deben a él como a los gobiernos autonómicos- ha declarado consagrada la recuperación económica, regalándole la condición de irreversible. Sigue teniendo tiempo para el postureo, como la visita a la entrañable Araceli, la primera española en ser vacunada (¿por qué no visitar y consolar a la familia del primer fallecido por Covid-19, o del fallecido número 80.000?).
Contra las sombras evidentes en el paraíso diseñado, sin embargo, no puede Pedro Sánchez idear un truco de magia. ¿O sí? Para el desenfreno de la factura de la luz, que va a ser el mayor factor de desgaste de su legislatura, no tiene solución ni a corto ni a medio plazo. Pero siempre puede inventarse un trampantojo que desvíe la atención pública. En este caso, la subida del salario mínimo interprofesional. No cuela ni mediáticamente: son 19 euros en 2021, el 1,57% de aumento con respecto al año anterior. Teniendo en cuenta que la inflación ha subido el doble, los trabajadores peor pagados perderán poder adquisitivo. Son más pobres. Adiós sensibilidad social. Adiós trampantojo.
Y queda un rato para la reactivación del conflicto de Cataluña. Se acercan la Diada y la mesa de negociación bilateral. Dos de las tres fuerzas políticas independentistas esperan, y desean, que fracase, y la tercera (ERC-Aragonès) sólo podrá evitarlo si Sánchez les concede una amnistía y un referéndum pactado con el Estado antes de 2030. Todo lo que quiere el presidente del Gobierno es ganar tiempo hasta que ERC le apruebe los Presupuestos de 2022, dándole el oro y el moro, pero no lo que exige. Y el que venga detrás, que arree. Tampoco aquí hay truco del almendruco posible.
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