el final de la linde

Los pactos con Vox han sido el ariete elegido por la izquierda para socavar la estabilidad del PP. Pero eso ya no funciona

03 de julio 2023 - 00:30

Desde que se formó el primer gobierno andaluz del PP, los pactos con Vox han sido para la izquierda el ariete elegido con el que socavar su estabilidad. Se pontifica sobre las terribles plagas que traerán, con cierta exageración y dramatismo, para que los votantes huyan despavoridos en brazos del cinematográfico progresismo monclovita. Sin embargo, ya son muchas elecciones donde se ha comprobado que esta estrategia no funciona y cada vez los resultados son mejores para el centro derecha. Por ello es difícil de entender el porqué se continua en la misma línea, salvo que los estrategas socialistas están bastante faltos de ideas o quieran llevar a su partido hacia la irrelevancia.

En 2017 el Partido Socialista francés pasó de 314 a 30 diputados y dejó de gobernar dicho país para convertirse en su tercera fuerza, con un mísero 6.36% de los votos. Toda la campaña de oscurantismo a los contrincantes se volvió en su contra y los ciudadanos dejaron de hacerles caso. En España ya ocurrió un hecho parecido con el dóberman de 1996 contra Aznar. Su efecto fue la victoria de este último y su posterior mayoría absoluta en el año 2000. Estos hechos hacen pensar que los ciudadanos buscan mensajes en positivo y recelan profundamente de las críticas furibundas al adversario, porque muestran una clara debilidad argumental y cierta desesperación electoral.

Pero una y otra vez se insiste en el enfrentamiento, en la existencia de esas dos Españas que sólo perviven en la cabeza de los más radicales. Los votantes exigen soluciones a sus problemas y estabilidad en sus vidas, de ahí que busquen personas cercanas y sencillas, cuyo liderazgo nazca de la valentía para afrontar los problemas y su capacidad para lograr el consenso y la concordia. Por ello la distorsión que genera tachar de “ultra” a todo lo que no coincida con el mensaje oficial es claramente ingenuo. Alguna prensa se llena de ultraderecha, ultraizquierda o ultracatólico, e incluso ahora, tras las protestas de “orgullo crítico”, no tardaremos en encontrarnos con los ultragays. Evidentemente, el uso desmesurado de esta terminología acaba desvirtuando su objetivo, y ya nadie le presta atención. Pero el refranero, siempre ocurrente, nos enseña que “cuando el tonto coge la linde, la linde se acaba y el tonto sigue”. Por tanto, esperemos más originalidad en la presente campaña, más ideas en positivo, y menos ladridos y mordiscos.

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