El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Quousque tandem
Yo es que aunque fuera un crío, me acuerdo de comentar las orejas de Arias Navarro, de ver el entierro en la tele tostada en ristre –era domingo– y hasta de escribir una redacción en el colegio, porque a los niños nos gustó mucho lo del caballo suelto que iba a su aire en el cortejo. Que un entierro es algo muy español. Si mi abuela nos contó una vez que las niñas de su época saltaban a la comba cantando “qué bonito es un entierro, con su caballito blanco, con su caballito negro; qué bonito es un entierro, con su cajita de pino y su muertecito dentro”. Pero se ve que todo aquello debió de ser un sueño. Cómo era en blanco y negro…
Es cierto que durante la Transición se utilizó el término franquismo sociológico para referirse a la pervivencia de ciertos rasgos sociales del ideario de la dictadura una vez finalizada. Algo normal en la historia, pues nada desaparece en un instante y menos si, de un modo u otro, parte de la sociedad se ve representada en algunos símbolos, ideas o costumbres mimadas por la dictadura fenecida pero también compatibles con la democracia. Se me ocurren la bandera, cierta forma de ver la historia de España y su papel en el mundo o determinadas tradiciones arraigadas en el pueblo español desde mucho antes de que el niño Franquito correteara por Ferrol para ver zarpar los barquitos de vela.
Lo malo es que ahora, para el parvulario izquierdista que nos ha tocado sufrir, todo lo que no le gusta es franquista. No es nada nuevo. Llamar fascista a cualquiera que no simpatizara con el comunismo ya era norma hace un siglo. Pero es que vamos camino de que los españoles nos dividamos en dos grupos: una inmensa mayoría facha y la secta de los puros. En este caso, también habanos, porque son muy de hablar de democracia a la vez que defienden dictaduras comunistas. Porque Castro y el Ché son de lo más demócrata. Carrillo, no, porque cómo aceptó la bandera rojigualda en la Transición, ya debe de ser facha. Cómo Felipe y Guerra.
Y es que para ellos todo es facha. Y franquista, que es la sublimación del facha español. La bandera es facha. Y la Semana Santa. Y los Reyes Católicos y don Pelayo. Y los toros, el flamenco, la copla y el cine en blanco y negro porque se hizo durante el franquismo. Y fumar y beber. Porque todo lo que haga la vida divertida es facha. Que el comunismo es muy triste y provoca mucha hambre que nunca sacia. Por eso, comer bien también es franquista. Si es que no nos enteramos. A ver si un año de estos se muere Franco y dejan de darnos la tabarra.
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