Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Lunes por la mañana. El último tráiler cargado de ayuda para Valencia sale de las instalaciones de la Universidad de Málaga. El corazón de muchos jóvenes malagueños parte con destino a un lugar donde la tempestad ha dejado una huella imborrable. Poco hacía pensar que pocas horas después la propia universidad se enfrentaría al reto de luchar contra los elementos. Pero había una gran diferencia: nuestros compatriotas valencianos nos habían enseñado el camino para no volver a equivocarnos.
Tras 35 años nuestra ciudad revivió una tormenta de dimensiones colosales. Los ríos, arroyos y cauces volvían a rugir de una manera que muchos habíamos olvidado. Las imágenes que hemos compartido nos sobrecogen y nos llevan a cuestionarnos “qué hubiera ocurrido si hubiésemos minusvalorado las alertas recibidas”. Pero por una vez, y esperemos que sirva de precedente, pusimos la seguridad de las personas por encima de cualquier otro bien material o económico. Ese espíritu humanizador y humanizante, donde la vida se convierte en el valor más preciado, es el que nos ha mostrado el camino del éxito y de nuestra supervivencia.
Ahora llegan días para arreglar goteras, reparar desperfectos y recuperar la rutina. Pero la diferencia es que tenemos a nuestro lado a todos y cada uno de nuestros amigos, convecinos y compañeros, gracias a que no hubo que lamentar pérdida alguna. Al echar la vista atrás reconocemos que de ésta hemos salido, sin duda, fortalecidos y esperanzados. El ejemplo y la eficacia mostradas por gobernantes y ciudadanos, coordinados unos y disciplinados otros, nos debe llevar a reflexionar cómo podemos mejorar en el futuro. Una primera cuestión podría ser: si ya hemos sabido actuar ante una situación de alerta roja ¿qué hacer en un nivel naranja? Porque es evidente que el nivel rojo se alcanza excepcionalmente, pero el naranja puede ocurrir más a menudo.
Otra cuestión nada baladí es la reforma de nuestro concepto de ejército. Son los mayores especialistas para empuñar un arma, pero también lo son para llegar a los lugares más inaccesibles, tender puentes en tiempo récord si las carreteras han desaparecido, abrir caminos donde la naturaleza lo impide o atender a un enfermo en medio de una catástrofe. Por ello su actuación ante fenómenos meteorológicos extremos debe estar por encima de cualquier circunstancia administrativa o regionalista, ¿seremos capaces de lograrlo?
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