La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Salvo los animales salvajes, no suele haber ningún ataque gratuito entre los humanos si exceptuamos aquella ley, casi newtoniana, de acción-reacción. Ante una determinada ofensa o agresión, seguramente la otra persona responda de la misma guisa, puede que desproporcionadamente en algunas circunstancias. Otras personas aguantan y callan, hasta que estallan. Todo tiene un límite. Eso de poner la otra mejilla ya está demodé.
Normalmente, existe un amplio repertorio de agresores y agredidos difícil de catalogar. Me interesan más los primeros porque suelen ser más fascinantes desde el punto de vista psicológico o literario. A menudo, representan el último eslabón de una cadena de despropósitos o frustraciones en serie que suele caerle al que menos lo merece. Otras veces, las frustraciones se desbordan sobre la persona más cercana; pero en otras ocasiones se eligen cabezas de turco donde el agresor, convertido en un vertedero de frustraciones, descarga, se libera y se templa. Usualmente, no son elegidos al azar, sino que dicho agresor hace un barrido visual y se fija en el más vulnerable para arremeter contra él. Puede ser incluso su pareja, su vecino más cercano, un amigo de toda la vida o un pobrecillo que pasaba por allí. El frustrado-agresor puede calibrar mal su elección y encontrarse con la horma de su zapato. Somos muchas las personas que, quizás por la determinación que otorga la edad, ya no aguantamos la más mínima tontería. Si respondemos con vehemencia o con la misma agresividad con que hemos sido atacados o despreciados, ya tenemos un carácter difícil o somos raros o complicados.
El frustrado puede ser un compendio de amarguras, desafectos, enfrentamientos varios, fracasos sentimentales o cualquier otro tipo de naufragios. A menudo, el frustrado va a odiarte más por lo que no haces, obviando otras cuestiones dignas de encomio. Las personas solitarias, o que nada les cuaja en sus vidas, suelen ir atacando sin consideración a todo aquel que le despierte esa ira durmiente. La envidia o el deseo no consumado de algo puede ser también el anticipo de un bloqueo, una retirada del saludo, o de la palabra, o el principio de una catarata de chismes que solo sirven para desprestigiarte. El frustrado puede agredir de forma indirecta o se busca a algún cómplice que actúe como su brazo ejecutor.
Es mejor alejarse cuanto de antes de estas personas cuya frustración personal va dejando detrás, como mínimo, un reguero desproporcionado de mal rollo o embates gratuitos. Algunos de ellos han conquistado las más altas de cotas de poder y tienen al mundo en vilo.
También te puede interesar
La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
´¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo