La colmena
Magdalena Trillo
Noah
La colmena
Con o sin vacaciones, con permiso del Covid y de Afganistán, el mes de agosto de 2021 pasará a la historia por algo tan prosaico y banal como la factura de la luz. Ni las expectativas rotas de Simone Bale en los Juegos de Tokio: hemos pulverizado ocho récords en un mes, ya hemos superado los 130,53 euros el megavatio hora y hasta el gasto por el anticiclón Lucifer ha podido con la borrasca Filomena.
Lo más indignante de la escalada de precios es que apenas tiene que ver con el consumo: agradezcamos los talleres exprés para ser más sostenibles (programando la lavadora de madrugada y dejando la plancha para el fin de semana) pero seamos conscientes de que no tendrá un efecto directo en la factura porque no hay una relación oferta-demanda. No nos hemos vuelto locos dilapidando electricidad y pagaremos más por ello como hacemos cada verano cuando llenamos el depósito y como hacemos cada Navidad cuando pagamos el sobrecoste de las quisquillas, el cordero y las uvas.
Es más enrevesado. Y lo irritante del recibo es que no se trata de una complejidad derivada de cuestiones técnicas sino políticas y de gestión. En España llevamos décadas soportando conceptos hasta anacrónicos en la factura (como el impuesto especial para cubrir las ayudas a la minería del carbón) y repercutiendo en el consumidor todos los conceptos estructurales: si sube el gas, lo pagamos entre todos; si suben los derechos de emisión de CO2, lo pagamos entre todos…
Ningún problema complejo tiene una solución sencilla. Pero habrá que buscarla, adoptar decisiones y hasta equivocarse. Pero tomando la iniciativa y siendo valientes. Aunque suponga afrontar el incómodo debate de la energía nuclear. El Gobierno pide "empatía" a las eléctricas y pone el foco en Bruselas asegurando que plantará batalla para "lograr mecanismos que permitan rebajar la factura". ¿Y mientras? ¿Seguimos sumando récords? Porque, por encima de bonos sociales y pobreza energética, tenemos un modelo injusto que nos penaliza a todos; un modelo que, al margen de quien habite en Moncloa, exige que se le dé la vuelta.
Y para eso hay que entender que es una prioridad y que hay que presionar. Como ya hace la CNMV contra TikTok y Twitch porque emiten partidos en directo y no están sujetos a la misma regulación que los operadores convencionales… Es un ejemplo tan (aparentemente) prosaico y banal como la factura de la luz. Con la diferencia de que, en España, el fútbol sí importa.
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