Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Yo te digo mi verdad
Cuando empieza una guerra nunca se sabe cuándo acabará, cuántos serán los muertos y cómo será la bajada a los infiernos de la miseria y la maldad humanas. Las guerras culturales se diferencian de las ya conocidas de disparos y trincheras y gente sonada y muerta en vida por usar como balas conceptos sociales, antropológicos, jurídicos y económicos con consecuencias político-jurídicas y resultado de leyes de los vencedores con silencio y cancelación de los vencidos que se rebelan por el aumento de la represión de quien domina el aparato represor del Estado. No hay muertos físicos pero sí sociales y morales.
Es en este clima bélico (aún sin disparos, aún) que vivimos donde nos asemejamos paso a paso a Venezuela y su democracia-trilera esencialmente resumida en la frase “si no le gusta esta ley o este tribunal o este Parlamento o tribunal pues hacemos otra y otro hasta que le guste al amado presidente”, con el sistemático vaciamiento de sentido de las instituciones (la monarquía escondida-ninguneada, la judicatura politizada, la perversión de las autonomías y los tribunales de garantías mirando qué han de votar en el wassap, ...) y hasta los mismos partidos faltos del lógico debate interno.
Es difícil en cualquier guerra (cultural o física) decir quién es el bueno. Suelen serlo los nuestros. Pero cada bando hace barbaridades en su trinchera. La máquina de justificar es inagotable. La de Sánchez no requiere ni una línea. La de Ayuso tampoco.
Enzarzados en esta guerra sin cuartel los dos grandes partidos del turnismo endémico necesitan ‘sustos’ para despertar un instante del odio y el desprecio al contrario. El aviso viene de la eclosión de los extremos con sus escraches de la acción directa tan de célula comunista que vimos cuando el matrimonio Iglesias aún estaban de meritorios o las bravuconadas patriotas de los últimos extremistas que toman fuerza, implantación y base electoral en toda Europa.
Si no cambia el clima político es sólo cuestión de tiempo que las urnas den el poder a los simplistas. Ya ocurrió con Podemos y a la vista de lo sucedido en la Francia del ‘todos contra ellos’ del Frente Popular contra el Frente Nacional (campo semántico guerracivilista, cuidado) parece que no hay más solución para darles un aviso (o ‘Alvise’) porque la palabra ‘autocrítica’ esa sí que parece proscrita para siempre entre esta ralea de políticos que sufrimos.
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