Hackman era como nosotros

Gene Hackman ha muerto y se sigue hablando de las extrañas circunstancias de su muerte, tan cinematográficas como alguna de sus películas. En realidad, ahora que se ha ido y se habla de él como mito del cine y se destaca su carrera, sus premios y hasta su faceta de escritor tardía quizás nos olvidamos que la grandeza de Hackman era en cada película, precisamente, ser como nosotros.

Era un tipo alto sí, pero sin el atractivo necesario para ser el galán del reparto y se convirtió, curiosamente, en uno de los mejores actores americanos del último medio siglo, tanto en papeles de protagonista como de actor secundario. La razón, en mi opinión, es que representaba como nadie a ese tipo común, a ese americano medio, tanto en los papeles de bueno como en los de malo.

Ver a Hackman es ver a un actor creíble, que normalmente suele sostener la película, algunas veces, por encima de los actores y de un guión y de un director que nos conduce a una película malograda. Fue ese actor versátil que hizo de papeles de todo tipo, representando ser ese hombre corriente de mil caras distintas: un policía detestable (French Connection. Contra el imperio de la droga), un detective en plena crisis de los cuarenta (La noche se mueve), en un sheriff cruel (Sin Perdón) o en un malvado presidente de los Estados Unidos (Poder Absoluto). Un actor que hizo cerca de un centenar de papeles entre películas, teatro y series de televisión, siendo dirigido por directores como Coppola, Eastwood, Friedkin, Penn y trabajando con los mejores actores de estos años: Beauty, Pacino y Cruise, entre otros.

Si tuviera que recordar a Hackman lo haría, sobre todo, por aquellas películas que te sumergen en el mundo de la década de los setenta, que es una época que me interesa por diversas razones. Esas persecuciones por Nueva York en French Connection, con Jimmy Popeye Doyle, siguen siendo hoy trepidantes y dan una imagen atractiva y peligrosa de la ciudad que nunca duerme. Pero, sobre todo, me gusta en especial, La noche se mueve, donde Harry Moseby es un detective sumergido en plena crisis de los cuarenta y que descubre que su mujer le engaña con otro hombre por casualidad. En medio de todo ello, Harry Moseby aplaza la salida a sus problemas a la solución de un caso que tiene entre manos. En esa película está es memorable diálogo: ¿Quién gana Harry? Nadie. Sólo que unos pierden más despacio que otros. Toda una filosofía de vida.

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