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Sigamos con la resaca del discurso del Rey. Uno de los lugares comunes más recurrentes cada vez que juega la selección española (la rojiazul), es el lamento por no tener un himno con una letra épica que permita a la hinchada expresar a pleno pulmón su adhesión incondicional a los colores patrios, lo cual nos condena al habitual, inelegante y rumbero “lo-lo-lo-lo”. A mí, sin embargo, me parece una bendición. Los himnos épicos, con versos guerreros y altisonantes, nacieron con la muerte de María Antonieta y el inicio del terror contemporáneo. La Marsellesa, copla de indudable y siniestra belleza, fue traducida y versionada en todo el orbe revolucionario y ya nada volvió a ser igual en Europa. Después vendrían otros himnos hermosos (la Internacional, el Deutschlandlied, el Cara al sol...), sones que en todos los casos sirvieron para tapar los alaridos de las decenas de millones de víctimas de la política contemporánea.
En cierta ocasión asistí a un banquete para celebrar el día de la independencia de Argentina. Antes de atacar los aperitivos, los allí presentes entonaron el himno de la república austral, versos solemnes y pomposos que, por supuesto, están cargados de antiespañolismo. Solo la educación y que el tufillo del asado empezaba a invadir el comedor, desatando una sinfonía de jugos gástricos, impidieron que abandonase la sala con un airado gesto de hidalgo hispano. Es difícil encontrar un himno cantado que no agravie a alguien.
En definitiva, mientras más viejo me hago menos me placen esas canciones creadas para llevar al populacho a las barricadas o a la tapia del cementerio. Y por eso nos agradó en extremo que el discurso del Rey de Nochebuena se cerrase con una hermosísima versión a violín del himno nacional que, como todos conocemos, tiene su origen en una marcha para un regimiento de granaderos compuesta por Manuel Espinosa de los Monteros en 1761. El himno a violín nos remite a una España ilustrada y tranquila. Es decir, dieciochesca y bajo la batuta de Boccherini. Nadie se lanza a la bayoneta al son de un minué.
Es sabido que Aznar quiso dotar al himno de España de una letra acorde a los tiempos de prosperidad que vivía España, y que para ello convocó a algunos buenos poetas, como Jon Juaristi o el andaluz Abelardo Linares. El resultado fueron unos versos cívicos y luminosos. Pero ni esos compro. Mucho mejor la versión a violín. Y todos amansados, cual fieras que somos.
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