
Confabulario
Manuel Gregorio González
O tra vez el wolframio
Cambio de sentido
Imaginen: si todos los inmigrantes que viven en Europa dejaran de trabajar por tres días, a usted que vive –pongo por caso– en Andalucía, ¿cómo le afectaría? Esta es la pregunta que –me entero gracias al artista brasilero Luca Argel– formuló la periodista Amanda Lima a diversas personas para un diario portugués. Antes de leer las respuestas, intento contestar por mí misma. Los primeros que se me vienen a la cabeza son tantos ancianos que conozco, algunos de ellos en las últimas, que no tienen plaza en una residencia pública ni la familia puede costear una privada ni las ayudas a la dependencia les alcanzan para más que un par de horas. En ese estado de precariedad, apañan a una extranjera, muchas veces sin papeles, para que los velen y hateen noche y día al precio y condiciones que a cada pagador le dicta su bolsillo y su conciencia. Seguidamente me acuerdo del campo. “Cada vez cuesta más trabajo encontrar a gente de aquí que quiera echar jornales”. Es la frase que más escucho a los manijeros que llevan en sus cuadrillas a senegaleses de Jaén, aceituneros altivos, o a las marroquíes de la fresa, o a los subsaharianos de los invernaderos. Imaginen el roto sin pararan tres días en campaña. Y cuántas casas quedarían sin limpiar, cuántas habitaciones de hotel, cuántos baños públicos. De parar los inmigrantes transportistas y repartidores, menuda liarían. En ciudades como Madrid o Barcelona sería complicado pedir un café, una ración o un coche VTC. Y podría seguir hasta ocupar toda la página.
Pero vienen a quitarnos el trabajo, a reemplazarnos, a robarnos la seguridad a las mujeres. Este es el discurso que regurgita la ultraderecha, por si cala. Y lo consiguen. Según el CIS la inmigración es el principal problema para los españoles. Para la próxima encuesta, quizá vendría bien preguntar qué problema real y concreto ha tenido cada español con inmigrantes. Por supuesto, en la diversidad surgen conflictos (solo en los roperos cerrados y dentro de los ataúdes no hay problemas), mas de momento ninguna inmigrante me quita el trabajo; ninguno de sus niños reemplaza a los míos sino que conviven con ellos en el cole, y los hombres que alguna vez me violentaron no eran precisamente unos parias, refugiados o apátridas. No creo que sea una excepción.
A los grupis del Santiago y cierra España habría que verlos si –¿se imaginan?– todos los inmigrantes de Europa dejaran de trabajar tres días. No pueden vivir sin inmigrantes, solo los prefieren de lacayos, callados, abajo.
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