La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Algunos teóricos de la política pretenden desarrollar una teoría de la sociedad que tenga una relación con la práctica política. Sin embargo, la relación de la práctica con la sociedad futura ha cambiado: Exigimos menos que antes al horizonte liberador de la emancipación. Hemos dejado de creer en la sociedad reconciliada. Los contornos de la utopía son más modestos. En todo caso, la teoría debería servir para construir un proyecto político alternativo, ajustándose a criterios de racionalidad democrática.
Jürgen Habermas hace tres décadas escribió un libro titulado ‘La inclusión del otro’ en el que ponía a prueba la política deliberativa ante los cambios de la década de los noventa, la globalización y el pluralismo cultural y sus reacciones, el resurgir de los nacionalismos y los fundamentalismos religiosos. Ante las posibles rupturas del demos, la idea era una construir una noción de democracia que permitiera compartir a todos los ciudadanos el vínculo de pertenencia a la comunidad social y, por tanto, la inclusión con el otro. Hoy escribo desde un congreso celebrado en Alicante, a propósito de esta obra del filósofo alemán, donde volvemos a interrogarnos sobre la pertinencia de la pregunta que dio origen a este libro. Al igual que en la década de los noventa, vivimos una época de cambio social y, desde luego, nuestras democracias, como entonces, tienen que responder al reto de ‘la inclusión del otro’.
Precisamente, uno de los problemas de esa ‘democracia inclusiva’ es la inmigración y el cómo resolvamos políticamente este tema en estos años. La política señala el camino la restricción. El mayor control será la senda de Canadá, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia. En Estados Unidos dependerá de quién gane las elecciones. En España tenemos 8,2 millones de personas que son extranjeras, que representan un 17%, en datos del INE de 2023. El último barómetro del CIS refleja que la inmigración constituye el primer problema para los españoles y el tercero, dependiendo del nivel de afectación. En este caso, parece más el reflejo actual de un tema del que se está hablando mucho en la opinión pública que de una actitud constante en la sociedad española ante este tema, que hasta ahora ha sido tolerante con este tema. Evidentemente, ese trasiego continuo de cayucos durante el verano y, sobre todo, el endurecimiento del discurso político sobre este tema dentro de la derecha es porque hay votos detrás de esta cuestión y puede repercutir en las próximas elecciones.
Las soluciones de lo que he llamado aquí el ‘conservadurismo del miedo’ no son siempre las más válidas. Si es verdad que la inmigración necesita unos procesos de control. No pueden venir todos, ni de cualquier manera. Sin embargo, también es cierto, que Europa y la sociedad española, demográficamente, son sociedades envejecidas y unas políticas de la inmigración inteligentes podrían cubrir muchos empleos necesarios para la sociedad y además contribuirían al mantenimiento del Estado de Bienestar. Esta es la labor de los políticos y de los partidos. Además, está el reto inicial, la inclusión exitosa de la inmigración como demos plenamente integrado y participativo, consciente de sus derechos y obligaciones, en nuestras democracias.
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