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El personaje más fascinante de este Gobierno es, sin duda alguna, Iván Redondo, el jefe de gabinete del presidente del Gobierno, un hombre que pese a su relativa juventud ya está envuelto en una sulfurosa atmósfera de leyenda que lo equipara a Rasputín, la maléfica sombra que manipuló el poder cortesano en la Rusia de los últimos Romanov. En otros tiempos la derecha lo habría tachado de masón y la izquierda de peligroso criptojesuita (no en vano estudió en la Universidad de Deusto, uno de los grandes bastiones de la Compañía de Jesús), pero los políticos actuales ya no saben descalificar. El primer éxito de nuestro retratado fue aupar al sheriff Albiol a la Alcaldía de Badalona, lo que es todo un logro si se tiene en cuenta que al popular le sobra corazón y le falta inteligencia política. Después vendría lo de Pedro Sánchez, una cáscara vacía y guapa a la que llevó, contra todo pronóstico, a la Moncloa. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que fue este vasco con aspecto de yerno perfecto el cerebro de la moción de censura contra Rajoy, que quedó noqueado y piripi en el reservado del restaurante Arahy, como el perfecto antihéroe de una película de losers. Desde entonces, España, según la leyenda, es el juguete de Iván Redondo, un hombre al que se le atribuye una inteligencia maquiavélica y un olfato de beagle para la sociología hispánica.
Pero en Redondo no todo son epifanías y éxitos. Falló cuando creyó que podía sacudirse la presión de Podemos con una repetición de las elecciones generales y, en general, se equivoca al confiar demasiado en algunos supuestos automatismos sociales. De hecho, ya hemos visto cómo el mecano ideado por él ha empezado a desmoronarse en el momento en que se han unido la precaria gestión de la pandemia de coronavirus con una batería de leyes sectarias (educación, eutanasia, memoria histórica…) y una política de supervivencia gubernamental que le ha llevado a pactar con lo peor del barrio ibérico. Sánchez, su presunta marioneta, podrá sacar adelante los presupuestos de 2021, pero a cambio deja la foto fija del PSOE al borde del cisma y el país dependiendo de los votos de aquellos que lo odian y desprecian (ERC y Bildu).
Quizás Redondo sea sólo un bluf o uno de esos validos que terminan condenados por el tribunal de la historia, al estilo del Duque de Lerma. Pero no dejamos de esperar un póquer de ases final y apoteósico con el que el tahúr guipuzcoano arregle este juguete roto que es ahora España. Estamos esperando, monsieur. Esté a la altura de su leyenda.
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