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Me ha llamado la atención que, de la visita que nos ha hecho el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, a Málaga, se haya destacado en la prensa local el respaldo del ministro a La Casa Invisible. Como todos los malagueños sabemos, se le tenga más o menos simpatía a la cultura alternativa que producen, La Invisible está constituida por un colectivo okupa, o sea, que están ilegalmente ocupando un edificio que no les pertenece y cuyos propietarios somos todos los malagueños, ya que su titular es el Ayuntamiento. La visita del ministro a La Invisible no es por un interés cultural, ni mucho menos, tiene una intención política partidista de apoyo a la ilegalidad. El movimiento prodelictivo okupa, fue promovido por el partido de Ada Colau, alcaldesa que fue de Barcelona, Catalunya en Comú, al que pertenece el ministro, ahora en Sumar.
El otro titular que se ha destacado es que Málaga tiene de sobra con la inversión, parcialmente realizada, de su ministerio en el antiguo Colegio de San Agustín. Y, por tanto, del Auditorio no quiere saber nada. Quiere ello decir que, el proyecto iniciado en 2022, cuyos estudios comenzaron en 2017 y que tiene prevista su terminación en 2026, con un presupuesto de 15 millones de euros, es toda la inversión del Ministerio de Cultura en Málaga en casi un quinquenio. En eso, según el señor ministro, se “centran todos los esfuerzos, humanos y económicos” de su negociado. Vamos bien despachados.
El caso es que este joven ministro (lo es dada mi provecta edad, y no por eso deja de tener todos mis respetos) tiene un gran curriculum. Es economista (yo también), tiene un posgrado en Relaciones Internacionales (yo sólo en relaciones) e ingresó en el Cuerpo Diplomático (yo tampoco). Es de familia reconocida dentro de la “aristocracia franquista”. Su abuelo paterno, navarro y de las JONS, fue condecorado por Franco con la Medalla de Sufrimientos por la Patria con pensión vitalicia incluida, mientras que su padre, ya en Cataluña, supo prosperar honradamente con el PSUC. De ahí mi extrañeza de que se haya inclinado por partidos que contemplan la normalización y promoción del delito “okupa”, así como me deja anonadado que todo un “ministro de cultura” venga a Málaga a descubrirnos a los malagueños que “aquí en el centro, si uno se va un poco para allá o un poco para un lado o para otro, enseguida se topa con restos arqueológicos muy antiguos”. Un poco de nivel, por favor.
Pero, dada la herencia, aún me extraña más su propuesta del desarme de los museos nacionales para repartir las piezas a sus lugares de origen. Como persona instruida que es, debiera saber que los museos son como libros compuestos por artefactos, que sirven para estudiar las civilizaciones y sus culturas. Repartir las piezas que lo componen, es como desarmar un libro de historia y depositar cada página en el lugar de los sucesos o los objetos que relata o describe. Es bien fácil de entender. ¿Quién de Galicia o Cataluña, por poner un ejemplo, se iba a desplazar hasta Baza (provincia de Granada) para ver la pieza ibérica conocida como “La dama de Baza”? Sin embargo, en el Arqueológico Nacional, en Madrid, la visitamos todos los españoles, junto a todas las demás piezas, interesados en el arte íbero. Me temo, señor Urtasun que, a pesar de su brillante curriculum, no es su cultura la que brilla, lo que en usted brilla, es simplemente “culturilla”.
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