El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
Puedo entender, hasta cierto punto, el desbarajuste inicial que se produjo con la administración de las mascarillas en los inicios de la pandemia. Nuestra inexperiencia quedó en evidencia. Ello no justifica el mamoneo y la poca vergüenza que se exhibió en su gestión. Seguimos siendo el país poco serio de siempre. Un país de sinvergüenzas, sin escrúpulos y sin dimisiones.
No puedo entender esa sensación de abandono y de impotencia que experimenté por empatía con los afectados de la cruenta Dana, que parecía provenir de las profundidades del averno. Hemos vivido desgraciadamente situaciones similares, no tan devastadoras seguramente. O sí. Nuestra memoria de pez nos delata con frecuencia.
Es sencillamente asombroso que la prensa, los Reyes y las autoridades estén allí antes que el aparato logístico de ayuda y salvamento. No deja de estremecerme este país tan esperpéntico como aparatoso, estúpidamente protocolario, insidioso y tan poco o nada proclive al sentido común. La escena, propia de Berlanga o Valle Inclán, no dejaba de ser absolutamente increíble: el presidente del Gobierno huyendo por patas y los reyes consolando y apoyando al pueblo. No sé si Mazón sería engullido por algún grupúsculo de extrema derecha de gnomos o por los espíritus del fango.
Las televisiones y los medios de comunicación se convertían en vergonzosos portavoces propagandísticos. En la mayoría de los casos, no informaban sino que difamaban, intentando sacar rédito político de la tragedia. Ante esto, un servidor ya comenzaba a vomitar lodo. Cientos de seres humanos muertos o desaparecidos y ellos tirándose los trastos a la cabeza. Casas, enseres, vehículos, calles y haciendas absolutamente destrozados; y la clase política dando ejemplo de empatía.
Se ha aprobado un paquete de medidas mil millonario. No sé si la típica burocracia, lenta y asfixiante que nos caracteriza, logrará solventar estas pérdidas irreparables.
La gente del resto de España sigue enzarzada en las disputas que sus líderes diseñan y se apuntan al relato que más les interesa, en lugar de informarse por diferentes fuentes y opinar personalmente: sin filias, ni fobias. Lo que está claro es que la respuesta no fue tan inmediata como hubiera sido de esperar y que los avisos fallaron. No me vengan con milongas. Poco a poco se irá cambiando el relato que, junto a esa memoria de pez, en unas semanas o meses asistiremos al despliegue más inminente e impresionante de la historia de la humanidad. Y volveremos a ser toreados por los bulos de unos y la magnificencia de los otros. Y cada cual se irá apuntando al equipo que más le interese, sin interesarse por la Verdad.
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