La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Quién no recuerda la escena de 101 dálmatas en la que todos los perritos se parecen a sus dueños? Desde ese día observo que, en efecto, siempre encuentro alguna relación entre el animal y el humano que lo cuida, tanto en el físico como en el carácter. Cada cual tiende a elegir el tipo de perro con el que se sienta más identificado. Por otro lado, la raza de cada can dispone de un componente genético que lo perfila. Perrito y dueño van amoldándose hasta que son casi indistinguibles, sobre todo si la convivencia es continua. Llega un momento en que la comunicación entre ambos es prácticamente telepática. Algunas personas sabrán de lo que hablo.
Marta es la segunda perrita labradora que tengo, la anterior se llamaba Merche. Me gustan los nombres bisílabos con vocales fuertes y que aludan a seres humanos. Es cierto que la convivencia diaria hace que los veas como a personitas. Otra cosa es tratarlos como a tales y que distorsiones la realidad. También es cierto que los animales te enseñan ciertos valores que más quisieran algunas personas. Muchos sabrán igualmente de lo que hablo. Sobre todo Oscar Wilde.
Marta es una perrita encantadora, guapa, sociable, juguetona, obediente y leal. Aprende rápido y dispone de un comprensible y amplísimo vocabulario para ser un perro. Es muy empática: cuando salimos a pasear por el campo me mira constantemente para ve si la sigo. Ella va marcando el camino más sencillo. En cierta ocasión me quedé bloqueado en medio de un afilado roquedal sin saber bajar, ni seguir. Ella intuyó que la situación resultaba complicada: retrocedió y me dirigió por otro sendero más accesible.
Merche era mucho más comunicativa con todo tipo de personas y animales en general. Sin embargo, Marta es más desconfiada. Observa primero y después actúa. Quizá sea más madura. Quizás le haya transmitido esta actitud. También es mucho más territorial y defiende su intimidad. La anterior hubiera sido capaz de ponerle un café y unas magdalenas al ladrón que hubiera entrado a robar.
En el parque de perros, Merche jugueteaba y se arrimaba a todos los peludos de cuatro patas. Marta, en cambio, solo interactúa si percibe alguna conexión. A Merche la correteaban los más ariscos y trataban de agredirla, a pesar de le genuina bondad que imprimía su noble carácter. Marta, en cambio, no da pie a ello. Se retira al primer indicio. Me parece increíble, pero ambas representan y encajan en dos etapas diferentes de mi vida. Yo también soy un labrador.
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