Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
Pensé haberlo leído todo con el Vuelva usted mañana de Larra. Estaba equivocado y me lo demostró una funcionaria de la Costa cuando le pregunté si había que poner aljibe en los bloques del municipio. “Pida cita para el jueves”. “Me va a hacer volver pasado mañana”. “Me refiero a dentro de un mes”. Creía haberlo visto todo, pero volvía a equivocarme y me lo dejó claro la pandemia, cuando se restringieron las visitas a los mismos funcionarios que te podías encontrar en la terraza del bar desayunando. Pasó la pandemia y siguieron los problemas para reunirte con ellos con la excusa de que, si te atendían, no podían hacer su trabajo. Ahora ya lo había visto, pero tampoco. Fui a un Registro de la Junta a entregar un proyecto y no puede porque no había pedido cita. En el recibidor, mis palabras hicieron eco desde la puerta, pero tuve que pedir la cita en un teléfono en el que me dijeron que no me la podían dar para ese día, aunque las únicas personas que estuviéramos allí fuéramos el funcionario de Registro, el seguridad y un servidor. Me la dieron en otro Registro y fui el día siguiente. “¿Por qué trae usted seis cajas de papeles? Hágalo digitalmente.” “Primero, porque su plataforma no admite ni el formato ni el tamaño de los ficheros. Segundo, porque ustedes me las han pedido”. “Pues redactaré una incidencia”. “Como si escribe una novela”. Si no me encuentro a un amigo que trabaja allí, aún estoy discutiendo. Ya lo había visto todo. Hasta esta semana.
Gerencia Municipal de Urbanismo, once de la mañana de un tórrido día de agosto. En el recibidor, dos guardias de seguridad y el funcionario de recepción en animada charla. Guardia: “¿Qué desea?” “Venía por la firma digital”. “Con el compañero”. Funcionario: “Le aconsejo que se vaya a la oficia de Donoso Cortés”. “¿Y eso?”. “¿Cómo que y eso?”. “Pues eso. Que por qué vengo a hacer una gestión y me aconseja que me vaya a otro sitio”. “¿Quién le ha dicho que puede hacerla aquí?” “Ustedes, hace una hora. He llamado por teléfono”. “La persona que lo hace lo hace voluntariamente, no está y además no tiene cita”. “Me dijeron que era sin cita previa, pero ya me voy”.
Diez minutos después he llegado a la segunda oficina, me ha atendido un amable caballero y en cinco minutos, charla incluida, resuelto el trámite y confirmando lo que muchos sospechamos: la administración tiene un problema y en Gerencia puede que empiece en la puerta.
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