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Editorial
EL ex alcalde de Málaga Pedro Aparicio falleció ayer a los 71 tras sufrir un infarto cuando practicaba deporte en un gimnasio de la capital. La noticia de su muerte ha conmocionado lógicamente a la ciudad. Aparicio fue el primer regidor democrático tras la caída del régimen franquista y afrontó con éxito una ingente tarea de transformación y modernización de la capital. Años muy complicados en los que la urbe carecía de los más elementales servicios básicos en algunas zonas. Faltaban aceras en más de 50 barriadas mientras el centro histórico era una auténtica ruina, con derrumbes constantes de inmuebles en los periodos de precipitaciones. Incluso se sufrían problemas de abastecimiento de agua, cuando se obturaba la depurada a causa del barro y las piedras que arrastraban las lluvias a través de unas canalizaciones sin proteger. Los graves daños de las inundaciones de 1989 y la posterior declaración de zona catastrófica permitieron una fuerte inversión estatal con la que pudo sustituirse la obsoleta red de tuberías. Pero el día a día no le impidió gestionar con las luces largas. Su ambición permanente lo resume el eslogan que difundió: "Málaga la capital del sur de Europa". En plena Costa del Sol, adivinó que competir en materia turística sólo era posible con una decidida apuesta por el segmento cultura. Ahí quedó la recuperación de la Casa Natal de Picasso o la del Teatro Cervantes. O la conversión de la Feria de agosto en una festejo de ámbito nacional. Melómano empedernido, no pudo cumplir su sueño de levantar un auditorio para los conciertos de música clásica y opera, aunque de su mano sí vio la luz la orquesta sinfónica. Tampoco logró convertir los Baños del Carmen en un centro turístico de alta calidad y la falta de financiación le impidió poner en marcha dos líneas de tranvía, pese a que los proyectos se esbozaron y sirvieron de guía posterior a ciudades como Barcelona. Y durante sus mandatos también se segregó la localidad de Torremolinos lo que arruinó su sueño de convertir a Málaga en la primera capital por población de Andalucía. Pero el balance es muy positivo. Desde esas infraestructuras básicas a Parcemasa. Desde el Plan General que sentó las cimientos de la Málaga de hoy a la puesta en valor del casco histórico, incluso con la polémica obra de la Plaza de la Marina. O el plan para la recuperación de los muelles del puerto para uso ciudadano, que ya es una realidad. En 1995 abandonó la Alcaldía tras un discutido último mandato. Desde entonces, la ciudad nunca le agradeció como debía su gestión. Por su forma de ser, posiblemente tampoco habría aceptado el homenaje. Ahora que los políticos están en el punto de mira, el ex alcalde es un ejemplo a imitar por su altura de miras. Nos queda su legado.
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