17 de agosto 2024 - 03:07

Cuando a mitad de agosto, España luce el esplendor de sus fiestas y vivimos el apogeo de las vacaciones nos olvidamos de los otros: los que no tienen vacaciones o los que pasan las vacaciones en casa.

Al primer grupo pertenece, Aldo Conway, que en su artículo ‘Un país sin vacaciones’ nos lo cuenta muy bien: ‘Este es mi tercer verano en el que no hay verano; solo calor. Podría decirse que es mi culpa y que si no tengo mis vacaciones de autónomo es por falta de planificación, y podría ser verdad (…). Sin embargo, tengo que quedarme en casa porque tengo que escribir si quiero seguir teniendo casa; porque tengo que estar disponible si hay alguna noticia que dar, información que cubrir o alguien -por supuesto- más importante que yo, que entrevistar. (…) Y también lo hacen cientos de miles de chavales -de mi edad pero, sobre todo- más jóvenes que yo, cuya única oportunidad de trabajar es aprovechando que otros dejan de hacerlo; esperan su turno para pillar una interinidad veraniega, una vacante para engrasar la rueda, una litera libre en el campo de concentración. Así son las vacaciones de este país sin vacaciones’.

Esta realidad afecta personas que trabajan en todos los sectores de la economía mientras los demás disfrutan de sus vacaciones, más en una economía de servicios y que depende tanto del turismo. Recordemos que España ha recibido más de 42 millones de viajeros internacionales durante la primera mitad del año 2024, un 13,3% más que en el mismo periodo del año anterior. Además, el empleo turístico del segundo trimestre de 2024 continúa al alza y roza ya los 3 millones de ocupados (2.965.784 en cifras exactas), lo que representa un incremento del 3,5% respecto al mismo periodo de 2023.

La segunda postura la representa mi amigo José Antonio Montano en su columna ‘La lujuria de no viajar’ cuando escribe: ‘Este agosto me regodeo en el placer (¡la lujuria!) de no viajar. Veo por las redes las esforzadas postales de amigos, familiares, conocidos, desconocidos y hasta enemigos (siento devoción por estos), y pienso que, si tuviera criados, viajar es otra de las cosas que les dejaría además de vivir. Me he quedado en mi despachito, flanqueado por mis ventiladores, y escribo, leo y veo películas.’. En su caso, parece más una postura ética y estética. Elegir no viajar porque ya se ha viajado o, simplemente, seguir el ‘Hay otros mundos, pero están en éste’ (Paul Éluard) y elegir el viaje interior de la vida intelectual es también una posibilidad para un articulista o escritor.

Sin embargo, las vacaciones en casa, también llamadas en inglés staycation, es un período en el que una persona o familia se queda en casa y participa en actividades de ocio a poca distancia de su domicilio. Se popularizaron durante los años de la crisis financiera (2007-2010) y también durante la pandemia del COVID. Aquí se incluyen también los casos de quiénes no pueden pagarse unas vacaciones o quiénes dedican las vacaciones a trabajar. Hay que recordar, por ejemplo, que viajar por España no resulta barato: Los hoteles se han encarecido en el primer trimestre de 2024 y el precio medio de una habitación era de 135 euros por día. Según un informe de la Confederación Europea de Sindicatos casi el 18% de los trabajadores españoles no pueden permitirse unas vacaciones de al menos una semana (datos de 2022). Se trata de un aumento del 1,8% con respecto al año anterior. Si se quedan en casa por vacaciones, por el motivo que sea, sigan las recomendaciones de Wendy Suzuky, neurocientífica de la Universidad de New York, ‘Cuando estés en casa tienes que centrarte en lo que te gusta hacer y no en lo que tienes que hacer’.

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