La Rayuela
Lola Quero
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Cada verano surgen movimientos que tratan de aprovechar la ocasión para criticar la llegada de turistas a nuestras ciudades. Cuesta creer que una industria que permite a España ser líder mundial en el sector, y que genera tan importantes ingresos anuales para nuestro país, sea tan denostada por algunos. Quizás ha llegado el momento de pensar ideas nuevas, de construir entre todos un marco social y económico adecuado que no mate a la gallina de los huevos de oro ni colapse nuestras capacidades. Pero para ello necesitamos calma e inteligencia, porque son muchos los países deseosos de nuestro fracaso para recoger sus frutos.
La apertura de España con el turismo de sol y playa supuso una entrada de aire fresco en plena dictadura y un importante cambio en nuestra forma de ser y entender el mundo. Esa hospitalidad que caracteriza a la mayoría de las tierras de nuestro país, unida a una cultura milenaria y a una gastronomía inigualable generaron la fórmula perfecta para atraer a ciudadanos de todo tipo y condición. Hoy son muchos los que, además de apreciar estos valores, han decidido quedarse a vivir con nosotros y convertirse en los españoles del presente y del futuro. Y ese efecto llamada atrae, lógicamente, a más y más extranjeros que buscan fundamentalmente ocio, seguridad y estabilidad.
De ahí que la regulación turística, al igual que la de los flujos migratorios, desempeñe un papel tan importante en la actualidad. Quedarnos únicamente en la imposición de tasas, o en restringir la proliferación de las viviendas turísticas, hace un flaco favor a nuestra principal industria que, no olvidemos, mantiene a millones de puestos de trabajo directos e indirectos. Por ello hay que incidir en buscar ese equilibrio entre lo adecuado y lo estratégico, mejorando las infraestructuras que aportan valor tanto a los ciudadanos como a nuestros visitantes, y logrando la convivencia y la connivencia entre ambos.
Un país por el que pasaron tantas civilizaciones puede y debe demostrar su enorme capacidad para acoger a otros. Tenemos las mejores compañías hoteleras que existen y somos una potencia turística sin competencia. Pero algunos solo saben ver errores incluso en el año en que alcanzaremos los 95 millones de visitantes. Como proclamaba el canciller Von Bismarck: “España es el país más fuerte del mundo. Los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido”.
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