La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Los vocablos realidad y relato aunque se parecen no significan lo mismo y, a veces, son términos contradictorios. Realidad es lo que ocurre y relato es lo que nos gustaría que ocurriera y que en ocasiones es algo completamente distinto. Por eso se usa con frecuencia la expresión imponer el relato que no es otra cosa que tratar de amoldar los hechos a nuestra propia conveniencia, aunque para ello haya que forzar la verdad e incluso inventar circunstancias y planteamientos. Para conseguir ese efecto, no solo se necesita voluntad, sino disponer de medios, fuerza e influencia suficientes como para conseguir el propósito de trasladar como real lo que tan solo es un deseo. En este empeño, los medios de comunicación y sus propios intereses juegan un papel fundamental.
En la pasada confrontación electoral tuvimos un buen ejemplo de cómo se imponen relatos que nada o muy poco tienen que ver con la realidad. Lo que se inició con un debate sobre la vivienda terminó en una polémica sobre Bildu y sobre el voto por correo aunque al final, ya pasadas las elecciones, se supiera que la inclusión de exetarras en las listas de Bildu, desgraciadamente había ocurrido en anteriores ocasiones y que el único encarcelado por la manipulación del voto por correo tenía relación con el PP. Pero el relato se impuso en su momento y dio el resultado perseguido.
Ahora la apuesta del partido de Feijóo es aún más arriesgada porque trata de imponer un debate basado en la nada, en el vacío, en la ausencia de mensaje. Explotado al máximo el fantasma del separatismo y de la derogación del sanchismo, el PP parece agotado en su artillería de ataques al adversario y no acierta a colocar uno nuevo que sea capaz de llevar la campaña por sus propios derroteros. Sueñan con el silencio, con que el tiempo pase rápido hasta el 23J y con no asumir ninguna exposición ni riesgo que estropee la nube en la que se han instalado desde las municipales. Los pactos con Vox, la situación económica o los debates electorales son ascuas ardiendo que tratan de evitar a toda costa, mientras pretenden imponer el discurso de la monotonía y del aburrimiento. El problema es que una campaña electoral es muy larga y va a ser imposible que su relato de la nada, por más colaboración mediática que encuentre, sobreviva estas semanas y que al final no tenga que hablar de economía, de sus afinidades con Vox o tenga que sentarse en un cara a cara con Pedro Sánchez. Y ahí es la realidad, y no el relato, la que se impone.
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