
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Fétido 'dèjá vu'
Las dos orillas
En Semana Santa se mira más al cielo. También en otros momentos nos damos cuenta de que el cielo no es un telón de fondo, y que ocurren cosas por ahí. De vez en cuando hay un eclipse total o parcial. En agosto, la gente mira las lágrimas de San Lorenzo, con la lluvia de estrellas. Pero es en Semana Santa cuando más se mira al cielo, y no sólo para ver si llueve. Incluso cuando no hay riesgo de mal tiempo se mira hacia arriba. Allí está el lugar del que vienen los milagros, y donde ocurre lo que no veremos, pero creemos que existe. Y así todas las esperanzas se trasladan al cielo.
Al cielo se mira por motivos económicos. Para Andalucía la Semana Santa tiene una gran importancia turística. Acuden miles de visitantes para las procesiones. Es temporada alta. También para el turismo de playa. Y para el turismo rural. Y para el turismo cultural. Y para todos los turismos. Por ello, que llueva o no, tiene repercusión para los negocios y el empleo. Y por ello, cuando se pronostica que va a llover y no llueve, las broncas a los meteorólogos son monumentales. Como si tuvieran la culpa.
Al cielo se mira por motivos poéticos. La Semana Santa se vive en las calles, pero el cielo tiene un color especial a todas horas. Cielos luminosos y soleados. Cielos con nubes negras que dejan sombras inquietantes. Cielos de atardeceres malvas, de ocasos en que la tarde se viste de tonos carmesíes que viran al negro. Y en la noche, de repente, aparece la luna llena de Parasceve, que sale en los pregones y era motivo de augurios pesimistas en otros tiempos. Y la madrugada conduce a un amanecer en el que las luces se imponen y disipan las tinieblas.
Al cielo se mira con sentimientos personales para tener un recuerdo a los que fallecieron. Nos acordamos de los difuntos en noviembre y en Navidad, pero también en Semana Santa. Nos acordamos de los que no están cuando vamos a vivir el gozo y sentimos que alguien nos falta. Estarán en el balcón del cielo, decimos, donde cada año hay más gente, según nos parece. Pero los balcones del cielo se cierran junto a las ventanas de la nostalgia.
Al cielo se mira en Semana Santa por motivos religiosos. Sabemos que ahí está Dios. Y no lo vemos, pero lo sentimos, cuando vemos a Cristo muerto en una cruz o a una Virgen que llora. Es en esos dolores y lágrimas donde se oculta el misterio de la Esperanza. Y donde se aprende que también el cielo baja al suelo y se pone a nuestro lado en los días de la Semana Santa.
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