No es grosería, es apología

La ciudad y los días

04 de septiembre 2024 - 03:05

Lo que suceda en un pueblo de Ávila de 79 habitantes llamado Vita –uno más de lo que llaman la España vaciada: llegó a tener 348 vecinos– poca repercusión puede tener salvo que se trate de uno de esos crímenes rurales que hacen cierto lo que escribió Machado: “Mucha sangre de Caín / tiene la gente labriega”. Menos aún si se trata de unas palabras –por muy groseras y bestiales que sean– pronunciadas por el alcalde en unas fiestas locales. La cosa quedaría allí. Pero ahora todo se graba y todo se difunde. Recurriendo otra vez a don Antonio, lo de Agamenón y su porquero puede traducirse hoy como la bestialidad es la bestialidad, dígase en Nueva York o en Vita.

Subido en un escenario, el alcalde de la localidad entonó, animando al público a corearla, esta coplilla: “Me encontré una niña sola en el bosque, / la cogí de la manita y me la llevé a mi camita. / La subí la faldita y le bajé la braguita. / La eché el primer caliqueño. / La eché el segundo caliqueño. / En el tercero ya no quedaba leche”. Hay quien, como Andrea Fernández, ex responsable de Igualdad en el PSOE y ahora diputada por León, cree que no se debe difundir en las redes: “No comparto el vídeo que circula de Antonio Martín, alcalde de Vita, cantando porque es apología de la pederastia”. No estoy de acuerdo. Es tan repugnante que, lejos de alentar o hacer apología, vacuna. Solo a un canalla degenerado le puede hacer gracia. Y, afortunadamente, hay más personas honestas que canallas degenerados. El vídeo muestra con tanta crudeza una actitud y una mentalidad repugnantes, residuales hoy, que lejos de funcionar como apología, lo hace como denuncia. Algo, por cierto, no solo propio de la España profunda. Basta recordar a tantos intelectuales, desde Foucault a Matzneff, que han defendido (y practicado) la pederastia con mejores, pero no menos asquerosas, maneras literarias.

No basta que el PP lo haya expulsado del grupo municipal. No basta con que se haya disculpado afirmando que no tuvo intención de ofender a nadie (¿acaso este sujeto entiende que hacer apología de la violación de menores no ofende?) y con argumentos tan peregrinos como “se cantaba tradicionalmente” y “me he criado con ella”.

Esto no es ni grosería ni mal gusto, y la repulsa que ha suscitado no tiene nada que ver con la cultura woke o de la cancelación. Es apología de la violación de menores. Y debe ser tratado como un delito.

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