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Editorial
EL ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, viajó ayer a Marruecos para hacer entrega a su colega de dicho país, Taib Fassi Fihri, de una carta del presidente del Gobierno español al monarca alauí, Mohamed VI, en la que se aboga por la recuperación "lo más rápidamente posible" de las relaciones bilaterales al máximo nivel. En medios diplomáticos se considera este gesto como el inicio del camino de vuelta hacia la normalización de dichas relaciones, bruscamente agitadas tras la visita de los Reyes de España a las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, ubicadas en el norte de África y reivindicadas tradicionalmente por Marruecos. Aquel viaje, celebrado en noviembre pasado, con gran entusiasmo por parte de ambas poblaciones, fue considerado por Mohamed VI una provocación y respondida con la llamada a consultas del embajador marroquí en Madrid, una medida de protesta de baja graduación dentro de los hábitos de la diplomacia internacional. De algún modo, el rey de Marruecos quiso con ese gesto expresar sus quejas por otros asuntos conflictivos, como la decisión del juez Garzón de iniciar actuaciones contra militares marroquíes por presunto genocidio contra saharauis y la propia posición del Gobierno Zapatero en el conflicto del Sahara. El Gobierno español, por su parte, restó importancia a la crisis, reiterando la españolidad de Ceuta y Melilla, admitiendo la existencia de posiciones discrepantes entre las dos naciones en algunas cuestiones en litigio y, sobre todo, subrayando el balance extraordinariamente positivo de las relaciones de vecindad y amistad entre los dos países, liderados además por dos jefes de Estado que se tratan como familiares. En efecto, en materias como inmigración, pesca, inversiones, vínculos comerciales y política antiterrorista, las relaciones España-Marruecos son muy beneficiosas para ambas partes, sin que haga falta subrayar la incidencia positiva de estas ventajas en la comunidad autónoma andaluza. La vuelta del embajador está próxima y, con ella, el retorno de la normalidad entre dos naciones vecinas y amigas.
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