Microcosmos
Se odian hasta con Venezuela
La esquina
Perdamos toda esperanza. No hay manera de que el Gobierno gobierne respetando a la legítima oposición y la oposición se oponga respetando al legítimo Gobierno. Se detestan tanto que ni conciben que del bando contrario pueda salir algo positivo. No se intercambian argumentos, se arrojan eslóganes y consignas, y siempre en tono faltón, ofensivo e iracundo.
Lo habíamos comprobado una vez más a cuenta del problema de la inmigración irregular. PSOE y PP han practicado, cuando les llegó su turno, una política migratoria muy parecida, y comparten el 90% de los planteamientos razonables para afrontar la actual crisis, pero no ha sido posible el acuerdo. Toda la energía se les va en insultar, caricaturizar y descalificar al otro. Cada uno en su trinchera.
Ahora lo vemos en la crisis de Venezuela. Los dos partidos coinciden en lo fundamental: la defensa de la democracia en Venezuela, la denuncia de la represión ordenada por Nicolás Maduro y el enorme fraude de su presunto triunfo electoral. Discrepan en el camino a seguir para ayudar a la oposición venezolana perseguida. El PSOE y el Gobierno, que han concedido el asilo al candidato realmente vencedor en las elecciones, rechazan reconocerle la condición de presidente electo, al igual que la Unión Europea, escarmentada por el precedente de Guaidó. El PP, por el contrario, ha sacado adelante en el Congreso de los Diputados una proposición instando al Gobierno a reconocer plenamente a Edmundo González.
No tengo claro quién mantiene la postura más correcta (por cierto, las dos partes sostuvieron exactamente lo contrario sobre el reconocimiento de Palestina), porque hay ejemplos históricos sobre lucha contra regímenes autoritarios para todos los gustos. Pero las dos me parecen legítimas. Y eso es precisamente lo que entristece: que ninguno de los dos respeta los argumentos del otro. Para el PP, el PSOE, con el avieso Zapatero al fondo, trabaja en realidad para legitimar a la narcodictadura bolivariana. Para el Gobierno, al PP solamente le interesa ponerle dificultades a Pedro Sánchez y derrotarlo de nuevo en el Congreso, sin que le importen la suerte de Edmundo ni el sufrimiento del pueblo venezolano.
Hay tanto cainismo y tanta polarización en esta lucha descarnada por el poder que si, como parece, se llega a un conflicto diplomático y económico, verán cómo el culpable será Sánchez o será Feijóo. No Maduro.
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