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ANAGRAMA suspende la distribución de El odio. Me parece una decisión acertada. En su nota afirma: “Anagrama considera que, en una sociedad democrática, debe existir un equilibrio entre la libertad creativa como derecho fundamental y la protección de las víctimas. Las obras que se inspiran en hechos reales, como es el caso de El odio, requieren de una dosis doble de responsabilidad y de respeto. Por eso, en un ejercicio de prudencia y de forma voluntaria, la editorial ha decidido mantener la suspensión de la distribución de la obra de manera indefinida”. Quienes defendían su distribución recurrían a precedentes de prestigio, sobre todo A sangre fría de Capote y El adversario de Carrère. Habría que leer El odio para saber si alcanza estas cumbres de la no ficción. Pero a la vez es imposible separar su valor literario, psicológico o social de su atracción morbosa.
Los límites entre el interés por profundizar en la complejidad psicológica del ser humano en sus dimensiones más crueles, y la atracción morbosa por explorar esas realidades son difusos. El mal atrae más cuanto más horrendas son sus manifestaciones. Y el atractivo reside en el asesino, no en las víctimas. Es Jack el Destripador, el primer asesino en serie al que la prensa de masas dio fama internacional, quien atrae, no las prostitutas de Whitechapel.
Puede parecer que solo la prensa de ínfimo nivel y los peores folletines satisfacían y satisfacen esta necesidad morbosa. No es así. El primer caso sensacionalista español, el crimen de la calle Fuencarral, desató en 1888 -el mismo año en el que Jack empezó a matar- tal interés periodístico que provocó la primera polémica sobre esta cuestión. Desde El Socialista Pablo Iglesias denunció “el ingenio mercantil de algunas empresas periodísticas (…) para exprimir hasta el fin un asunto que les ha dado jugo utilizable”. Y Pérez Galdós escribió: “En vano se buscarían en la prensa acontecimientos políticos o literarios. Los periódicos llenan las columnas con relatos del crimen de la calle de Fuencarral, del crimen de Valencia, del crimen de Málaga”. Pero, por decirlo todo, El Socialista se ocupó con profusión del crimen y don Benito publicó seis crónicas sobre él en el diario argentino La prensa entre julio de 1888 y mayo de 1889. Así de imprecisos son los límites entre indagación y explotación, entre interés psicológico y morbo.
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