El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
La colmena
Ya no recuerdo cómo era la vida sin internet. Sin datos. Sin redes. Sin información en tiempo real sobre lo que está ocurriendo. Para mí, en la insignificancia de mi residencial, y para ese mundo global hiperconectado que este fin de semana ha puesto el foco en Siria con la caída del régimen de Bachar el Asad. Lo escucho en la radio (analógica) y me quedo en shock. ¿Dónde me documento y busco background?
Han bastado 48 horas a oscuras (de incomunicación digital) y un incendio aparatoso a pie de playa para comprobar lo inútiles que nos ha vuelto la tecnología. Dependientes y perdidos. Ni podía desconectar ni podía trabajar. ¡Qué frustración! Me han salvado un par de libros. De pura casualidad. Llevaba meses paseándolos sin encontrar un rato (en offline) para leerlos. Uno va de los nuevos perfiles del ecosistema mediático; el otro es un “mapping de conceptos, casos y recomendaciones” sobre la Inteligencia Artificial (IA) que cogí de la biblioteca porque me gustó el prólogo. Les cuento: nos situamos en California el lunes 17 de marzo de 2014 cuando, justo a las 06:25 de la madrugada, vuela una noticia de Los Ángeles Times sobre un terremoto que había sacudido el distrito de Westwood. El artículo no lo redactó nadie, no lo editó nadie, no lo posicionó nadie y no lo movió nadie en redes; pero toda la ciudad leyó. Estaban experimentando con los automatismos de la IA. A esa hora los periodistas dormían pero los robots no.
De estos primeros coqueteos hace ya más de diez años. El 24/7 hecho realidad. O no. Porque nunca nada es fácil y, mucho menos, evidente. Ni en el periodismo ni en el día a día. De mis lecturas del puente tengo ocho folios de anotaciones (acabarán diseminadas en cualquier PPT) y una colección de buenas citas, de esas clásicas del oficio que siempre puedes colocar en una conferencia y en una barra de bar. Hay dos muy conocidas: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques” (Orwell). ¿Periodistas? “Gente que dice a la gente lo que le pasa a la gente” (Scalfari).
No dejo de pensar, con permiso de la magia de la IA, que todo esto requiere olfato, sentido crítico e imaginación. Estar vivo y al acecho de esa palabra de nueve letras que, como nos dice Santiago Tejedor, está en el centro de todo: las h-i-s-t-o-r-i-a-s. ¿Saben qué decía Gabo sobre ellas? ¿Sobre las buenas crónicas y reportajes? Que son “como los cuentos, pero de verdad”. ¿Y saben qué nos advierte Neil Jacobstein sobre la InteligenciaArtificial? Que más nos debería preocupar la “estupidez humana”. ¡Bendito apagón digital!
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