La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Quousque tandem
Utilizo el título de la conocida película, no para hablar de Benedicto XVI y Francisco sino para reflexionar sobre el papel asignado en la prensa, la política y las redes sociales al actual Sumo Pontífice y al recordado Juan Pablo II, hoy santo. Si deambulan por ese evanescente mundo de las redes podrán comprobar que el Papa polaco es catalogado como adalid de las libertades, en tanto que al argentino, no se le rebaja de peronista, cuando no se le acusa directamente de comunista y hasta de ser el Anticristo. Este reparto de papeles tan maniqueo como simplista está tomando cuerpo, sencillamente, porque la incultura y el desconocimiento campan a sus anchas en plena era de la información.
Juan Pablo II es una figura señera de la segunda mitad del siglo XX y su influencia en la caída del bloque comunista es evidente. Al fin y al cabo, lo habían llamado, como dijo en su primer mensaje desde el Balcón de las Bendiciones de San Pedro, de un país lejano. Lejano y sojuzgado por el comunismo. También vino de ultramar Francisco. De otro país lejano, azotado por dictaduras militares y de extrema derecha. Cada uno con su propia experiencia vital y su propia historia, pero los dos profundamente formados, reconocidos pastores de sus diócesis y muy alejados de la aristocracia cardenalicia vaticana. Hijo uno, de un suboficial del Ejército polaco y el otro de un ferroviario. Ambos hijos del pueblo y cercanos a su realidad porque había sido y era la propia. Llama la atención que si Francisco defiende a los trabajadores y a los sindicatos se le acuse de comunista por quienes le oponen a Juan Pablo II, colaborador de Solidaridad y autor de la Laborem exercens, encíclica en la que afirma que el trabajo es superior al capital y los seres humanos a los objetos, condenando, a su vez, el mero economicismo, de igual modo que el materialismo.
Cuando Francisco defiende a los emigrantes en Fratelli tutti pidiendo que nadie quede excluido y afirmando que los límites y las fronteras de los Estados no pueden impedirlo, algo por lo que fue duramente criticado por los supuestos admiradores de Juan Pablo II, tan solo sigue el camino marcado por su antecesor en el Mensaje de la Jornada Mundial del Emigrante del año 2000. Los Papas no son de izquierdas, ni de derechas. Son Papas. Y ni uno ni otro se ha apartado de la Doctrina Social de la Iglesia. Porque ambos defienden, ante todo, la dignidad del ser humano.
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