¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Gafas de cerca
A algunos nos causa pasmo con tufo de envidia el ver cómo no poca de la gente que hace tu misma cola espera su turno plácidamente, diríase que hasta encantada. Visto desde el lado sufriente de esta prueba de carácter casi cotidiana, bien puede que esa inquietud al esperar tu turno tenga que ver con la falta de paciencia, lo cual significa que eres un inmaduro prototípico; eso creo que afirmaba Confucio, o algún pariente suyo. Pero no tiremos del hilo de los pecados y los defectos, que para fustigarse de freudianas maneras siempre habrá otro día, y que no sea domingo. Guardar cola en una sucursal bancaria -ese amable lugar-, ante la caja del supermercado o para entrar en el teatro es pues una prueba de carácter y un soberano coñazo para no pocos. Se trata de una incapacidad insuperable, para la que puede ser un bálsamo el tan denostado teléfono inteligente (y narcótico).
Para muestra de la intolerancia suma a hacer cola, diré que hace unos años, en Berlín, con las entradas compradas con mucha antelación para ver una exposición prestada por el Moma de Nueva York a la Neue National Gallery, al llegar al museo una cadena de cientos y cientos de personas daba dos vueltas de cola al edificio de Mies Van der Rohe. Nuestra previsión era de tres horas de caravana de hormigas. Regalamos los tickets a dos atónitos turistas. Qué gran liberación fue cambiar arte moderno por un par de cervezas sin pretensiones culturales. Inmadurez de manual, y un poco de sed.
Reconocidas las propias limitaciones en lo de ponerse en fila para lo que sea, me parece mucho más grave el gusto por las colas. Eso es para hacérselo mirar también, ¿no creen? Esta semana, la misteriosa empresa china de ropa para jóvenes de nombre Shein -¿que no la conoce usted?: eso va a ser de su carné de identidad- ha abierto una tienda física en Madrid. Esta empresa amenaza con echarle la pata a Zara o H&M, quizá como éstas laminaron a Benetton en los 90 y desde entonces no han parado de hacer daño a todo cristiano, desde El Corte Inglés hasta los modistos de postín. No sabemos si asistimos a otro asesinato de la estrella de la radio a manos del vídeo -enorme canción de The Buggles-, pero sí asistimos con horror al ver la emoción de miles de personas que no ya es que hicieran cola para entrar en ese templo de la baratura del trapito: es que como mínimo tendrían que ir en procesión al menos 4 horas antes de poder entrar en esa pop up store (que es una tienda con paredes y dependientes... pero efímera, pero eso lo dejamos para otro día, estimado colega dinosaurio).
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