La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Quien ganó fracasó y quien perdió triunfó. Así de paradójico, y a la vez de simple, ha sido el resultado electoral. Es el cumplimiento de las expectativas lo que marca el éxito o la derrota en unos comicios. No hay duda de que el PP confiaba en gobernar con el auxilio de Vox, mientras el PSOE tenía puestas sus esperanzas en que esas dos formaciones políticas no alcanzaran la mayoría absoluta. A partir de ahí todos los análisis son posibles, pero por mucho que se esfuercen, aplaudan y lo celebren, el rictus de perdedor va a ser difícil quitárselo a los dirigentes del PP durante una temporada. Pero en esta confrontación electoral no solo los partidos han sufrido victorias o derrotas; hay otros elementos que llegaron a ser protagonistas que han sufrido un llamativo varapalo.
Se puede decir que las empresas demoscópicas han llegado a rozar el ridículo. Nunca una campaña electoral ha estado sazonada de tantas encuestas y sondeos, y nunca, o casi nunca, ha habido tanto desacierto en sus dictámenes. El problema no ha sido solo el error, de por sí bastante abultado, sino la intencionalidad y el sesgo con el que esos fallos se han ido produciendo. Resulta curioso observar que, según la línea editorial del medio que publicaba la encuestas, así ha sido de abultado el desacierto en el vaticinio. A más fervor en los planteamientos de derecha, mayor el yerro publicado. Esto no solo no deja en buen lugar la solvencia técnica de algunas empresas demoscópicas, sino, lo que es más grave, su ética y su moral. Es cierto que la demoscopia no es una ciencia exacta, pero esa inclinación a agradar las expectativas del medio de comunicación que hace el encargo no entra dentro del riesgo profesional habitual. A esto, hay que añadir, que alguno de estos magos de la adivinación se constituyen en protagonistas dispuestos a anticipar con rotundidad los resultados. Por ejemplo, el señor Michavila —sociólogo de cabecera de la derecha— anunció las consecuencias políticas de sus propios vaticinios y aseguró quién iba a ser defenestrado cuando ocurriera lo que él con absoluta seguridad anticipaba, traspasando cualquier línea de comportamiento profesional y haciendo de la demoscopia un instrumento adulterado e inútil. Así pues, en estas elecciones de suerte diversa hay un perdedor claro: las empresas demoscópicas que han sido la comparsa de algunos intereses. Pero, en fin, ya veremos lo que sobre esto dicen las encuestas.
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