Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
Monticello
Para amnistiarme de la amnistía he vuelto a esta frase: He lost his magic. La usaba Baldomero Ballesteros hace unos años para explicar, a un entrevistador británico, por qué su hermano, el gran Severiano, que era infalible y sobrenatural, dejó un día, repentinamente y para siempre, de ganar en su juego. He lost his magic, repetía con pena inmensa, equiparable, si no superior, a cuando recordaba la propia muerte de su hermano. No he podido olvidar la severidad ni el dolor de estas palabras. Había resultado falible uno de esos hombres que pueden hacen lo imposible y ante los cuales el amor se confunde con la fe.
Comprendí el significado de lo pagano en un viaje escolar a Roma en el que el padre Jubera, un brillante sacerdote agustino, capaz de enseñar filosofía a nuestros cerebros abrasados por la pubertad, nos alertaba continuamente, en la mejor tradición del evemerismo, de que las estatuas olímpicas que contemplábamos, en el fondo no representaban sino a meros hombres que fueron popularmente divinizados por su habilidad, su fuerza o su belleza. Aquella advertencia, que no era sino sutil apología de Jesús y su divinidad monoteísta y verdadera, no restaba misterio, sino al contrario, a esos seres portadores de lo extraordinario, sobre los cuales griegos y romanos construyeron su religiosidad. Es un hecho maravilloso nuestro dispositivo emocional a favor del mito, esa forma de admiración religiosa que nos ilumina y da dicha. Sin embargo, esta creencia en los mortales es también trágica, no ya porque estos perezcan sino porque fallan, desvelando así la fragilidad que es propia de nuestra condición. La falsedad de aquello que en nosotros mismos consideramos eterno. Si hasta él perdió su magia en qué puede uno creer, pensaría Baldomero, como Rocky Marciano cuando tumbó a Joe Lois entre lágrimas. La posibilidad del mito, podríamos pensar, requiere la temprana muerte del elegido, antes de que la magia se pierda o su belleza desaparezca. Pero no es necesario ser Joselito o Ignacio Sánchez Mejías. El 30 de septiembre de 2012, un año después de morir Severiano, Europa remontaba por primera vez en la historia 6 puntos como visitante en la Ryder Cup. Durante los últimos hoyos, los espectadores europeos que vivieron el milagro de Medinah, empezaron a corear el nombre de Seve. Olazábal, capitán europeo, invocó su espíritu para la remontada la noche previa. Tras el último golpe, el de la victoria, dijo, apuntando al cielo: Seve, esta es por ti. Ante la duda,Trust the magic.
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