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La chica tenía sólo 8 años cuando el padre de su mejor amiga la llevó en furgoneta hasta un descampado de Almuñécar y la obligó a darse la vuelta para violarla. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía acaba de confirmar los hechos y la condena de agresión sexual con acceso carnal por vía anal. La mala noticia para la víctima, que necesita ayuda psicológica desde entonces, es que la nueva resolución reduce la pena anterior impuesta de 9 a 7 años y medio de cárcel.
Los magistrados pusieron su firma en esa sentencia la semana pasada, muy pocas horas antes de que otro acontecimiento provocara una conmoción social y política mucho mayor en el país. La renuncia de Íñigo Errejón y su reconocimiento público de tener una conducta abusiva con las mujeres ha dejado a Sumar, Podemos (por el vínculo de su fundador), el feminismo doctrinario y la izquierda en general, en una situación muy delicada. Mucho más, pero mucho, que cuando algunos de estos mismos políticos apoyaron, impulsaron y aprobaron una ley que perjudicó a muchas víctimas de violación en España y permitió la reducción de las penas impuestas a sus agresores.
Estos días de digestión de la noticia hemos tenido tiempo de ver y leer suficientes extractos de la hemeroteca de Errejón en los que el personaje que representaba repartía lecciones de feminismo y de cómo hay que desarrollar políticas públicas que ayuden a prevenir el abuso o la violencia contra las mujeres.
En particular, una de estas noches pude ver en televisión a Errejón explicando por qué no había que tener en cuenta la reducción de penas de cárcel que estaba empezando a acarrear la ley del sólo sí es sí en aquel momento. Decía que en este país nos fijábamos demasiado en esos detalles penalistas y que lo importante era la prevención, los cursillos y la concienciación. Les confieso el asco que sentí al escucharlo, cuando aún tenía el regusto de haber leído el atroz relato de hechos de la sentencia de la niña de Almuñécar.
Nada es más peligroso que lo que no lo parece. Aquella cría y su madre no podían desconfiar del papá de su amiga; y los españoles, especialmente quienes le dieron el voto, tampoco llegamos a sospechar de un hombre con esa cara de buen chico. Todo personaje y casi nada de persona.
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