Vía Augusta
Alberto Grimaldi
¿Podemos puede?
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Al Gobierno se le multiplican los frentes y la sensación de descomposición de esta legislatura inviable parece acelerarse: cada semana es peor a la anterior. Arrecia tanto el frente de la corrupción –y aún queda que declaren en el Supremo Víctor de Aldama y Koldo García la semana próxima, después de que la estrategia de José Luis Ábalos haya sido cargar contra los dos–, que el presidente Pedro Sánchez profundiza en su perfil populista al enfatizar una supuesta connivencia entre los jueces y el PP. Es falso: pero a quienes aún le respaldan les da igual. Queda la duda si sólo es un gesto defensivo o anticipa una ofensiva mayor para asaltar definitivamente el Poder Judicial, el único al que todavía no ha logrado someter en su deriva iliberal. Sea uno o lo otro, demuestra debilidad: su remedo del kirchnerismo puede tener el mismo final: la condena judicial.
También se complica mucho el frente parlamentario. Cuando comenzó esta legislatura inviable, el entonces lehendakari, Íñigo Urkullu, dio en el clavo: Sánchez necesitaría todos los votos todo el tiempo. Lo dijo para reclamar pactos de investidura claros y ejecutables. Pero era una manera de reconocer que la amalgama ideológicamente heterogénea, por no decir incompatible, de fuerzas políticas podía acabar dinamitando la mayoría que permitió investir en noviembre de 2023 al perdedor de las elecciones.
El socio que más cesiones ha conseguido, Junts, está ahora desatado: hace artificios con una imposible cuestión de confianza –que sólo puede pedir el propio Sánchez– y le dice al presidente, cada vez con peor cara, que “mueva el culo” y cumpla con Cataluña, mientras pacta con el PP la eliminación del impuesto a la generación eléctrica para demostrar que hay una mayoría alternativa.
Pero puede que no sean los apóstoles de Carles Puigdemont los que más deban preocupar al PSOE para mantenerse en el poder.
Podemos decidió pactar hace menos de un mes la reforma fiscal que auguraba una derrota que el Gobierno no se podía permitir. Acordó dar su voto gracias al mantenimiento del impuesto a las energéticas que PNV y Junts rechazan. ¿Se dejaron engañar? ¿O fue en realidad una trampa? Si el Ejecutivo lo incumple, como parece, aunque lo disfrace con un decreto, Podemos tendrá armado el relato que ya anticipa para negarse a seguir pactando con el Gobierno e impedir que haya Presupuestos. Detrás de todo el montaje, Pablo Iglesias acaricia la idea de tumbar a Pedro Sánchez y abanderar que sólo su partido, con Sumar ya moribundo, defiende a la izquierda verdadera. Será más fácil resucitar contra un Gobierno de derechas. Pero, realmente, ¿Podemos puede? Veremos.
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