La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Quizás
El fútbol, al ser una actividad dirigida al entretenimiento, parece tener una dimensión menor que la de asuntos más serios como la educación, la sanidad o la economía. No es el Pan, es el circo, pero dista mucho de ser algo frívolo; su práctica es plenamente profesional; se trata de un contenido audiovisual de primer orden; con clubes que cotizan en bolsa; y en él se reflejan pasiones políticas capaces de movilizar a la ciudadanía mucho más que cualquier otra reivindicación. De ahí que lo que está ocurriendo con el Barça, que se define como "más que un club, es "bastante más que un incidente deportivo" con el que divertir a la parroquia.
Lo que sabemos es que el Barca pagaba dinero a un ex árbitro y segundo hombre fuerte de la organización arbitral, para que defendiera sus intereses en las distintas competiciones. De momento nadie ha presentado pruebas de que se haya comprado a los árbitros, pero sí hay indicios de administración desleal y falsedad en documento mercantil por facturas cobradas sin acreditar el fin de éstas. Parece evidente que de probarse en sede judicial las sospechas, el club catalán deberá de ser duramente castigado, lo que unido a su arruinada economía, terminaría hundiéndole, como en su día le pasó a la Juventus. Los sponsors huirán. Surgirán innumerables demandas por adulteración de las competiciones y las consecuencias económicas para quienes participaron en ellas. Se tendrían que revisar ganadores y descensos y si se prueba que hubo dopaje, quitarle al Barça los títulos, al igual que a Armstrong le quitaron sus siete Tours. De no hacer nada quedará para siempre la sospecha que derivará en una crisis reputacional para el fútbol en general. Si se les castiga con la dureza que merece, Cataluña sumará un nuevo agravio con el que alimentar sus reivindicaciones secesionistas y LaLiga se verá fuertemente devaluada sin uno de sus dos principales competidores. De ahí que apuesten por una reducción de penas también para este procés futbolístico.
La defensa de los ciclistas acusados de correr dopados, hoy felizmente superados, consistió en proclamar que "todos lo hacían, solo que algunos tenían mejores médicos". Ante el inaceptable Barçagate, cuesta creer que sus directivos fuesen los únicos en darse cuenta de que algunos árbitros también estaban a la venta. Y suponer que con medio millón de euros al año se pudiera sobornar a todo el estamento arbitral parece igualmente dudoso. Quizás el asunto resida en tener buenos abogados y comunicadores influyentes.
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