El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
El Carnaval de Málaga ya ha lanzado sus primeras bengalas de coplas. El Teatro Esad vuelve a ser el telonero del Cervantes, criba a los grupos para que a semifinales y final llegue lo más granado de cuanto se compone en la ciudad y en otras que contribuyen a dar sentido al espíritu de esta fiesta: no ser de nadie y ser para todos. Así que algunas de las plumas más selectas de la ciudad nos traen lo mejor de sus reuniones con las musas. Críticas que laceran con vehemencia; agudos juegos de palabras; rimas que te cogen un pellizco en el pecho; los problemas diarios convertidos en desvergonzados chistes… No son autores famosos en el panorama nacional, pero sí en Málaga y en la fiesta. Y hay una legión de público esperando sus creaciones.
Y también a quienes han tejido una música para vehicular esas ideas (hay casos en los que el creador de letra y música son la misma persona). Grandes compositores. Como los intérpretes que se lucen con sus voces sobre las tablas para darle el alma a esos folios de letras y partituras. Estos días son los de su protagonismo. Pero no son ellos los auténticos héroes, no… Esta fiesta, y especialmente el concurso, no sería igual sin ese reguero de personas invisibles que sostienen el equilibrio logístico y humano de las agrupaciones. Hablamos de personas a las que los ensayos han robado un sinfín de tiempo con sus parejas. Que le tienen que explicar a sus hijos que papá o mamá hoy no le leerán un cuento porque llegarán tarde de ensayar. Cuyo plan de fin de semana es ir a donde toque ir con la agrupación porque los tipos de carnaval en su gran mayoría son de fabricación casera o exigen paliar con ingenio e ideas low cost la falta de presupuesto.
Pero no contentas, y remarco el género femenino porque en su mayoría son mujeres, con ese esfuerzo de tantos meses, ahí están para aliviar nervios de última hora. Para dar templanza. Para alimentar el estómago y el ego cuando estos flaquean a unas horas de estrenar su obra de este año…
…Y para solventar problemas de última hora con los que no contabas y que habrían mandado al traste tu obra de no haber sido por su generoso esfuerzo. Anoche mi comparsa, Los del otro barrio, pudo cantar y arrancar algún aplauso gracias a esas personas anónimas que se acostaron de día arreglando el caos. Con costura y con un corazón inmenso. Los periódicos no hablarán de ellas, pero yo sí, en este intento de pasodoble honorífico. En este reconocimiento público al que seguro que se adscriben muchísimos compañeros de otros grupos porque en los suyos también los tendrán.
El Carnaval está muy regado de toxicidad. Pero estas personas invisibles, entregadas y que no piden nada a cambio, son un antídoto que extrae sus gotas del corazón. De un corazón gigante que no cabe en ningún teatro. Anoche algunos de esos corazones eran figurantes. Otros disfrutaban desde su butaca. Otros lo veían en casa (y seguro que echando ya un cable al componente que hoy, tras la paliza que es cantar la noche del domingo, tiene que madrugar). Y seguían siendo anónimos para el gran ojo.
Sirvan estas líneas para que el foco las ilumine y todos los componentes les demos un aplauso eterno por hacer nuestro sueño posible. Pero sobre todo por ser parte de él. Gracias. A nosotros nos habéis ganado.
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