Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
El nuevo hotel del puerto contará en su última planta con cafetería, restaurante y terrazas con vistas a un mar que, posiblemente, nunca veamos desde allí. Salvo que nos toque la ONCE. No es que nos lo vayan a prohibir, simplemente no nos lo pondrán fácil. Los ricos pueden pagar por el placer de ver la bahía desde 150 metros de altura, y si pagan más, la ven sin aglomeraciones. Es pura lógica económica, ¿por qué van a vender pelotazos a 7 euros si pueden cobrar glamurosos combinados a 25? El precio de la copa en las terrazas de los hoteles es proporcional a la altura a la que se encuentren y este tendrá la más alta.
El suelo es un recurso no renovable por excelencia y en un puerto, más. Constreñidos entre el mar y la ciudad, tienen su suelo limitado y la ganancia de más superficie solo se puede lograr con costosas obras. Ganancia que, además de conllevar importantes inversiones económicas choca con la segura interferencia en la dinámica de las playas cercanas. Y Málaga, que hasta hace bien poco no tenía, hoy tiene un turismo que también disfruta de ellas. En estas circunstancias, y ocho años después de que se plantease la construcción de un hotel en el dique de Levante, cabe preguntarse qué necesidad hay de consumir parte de este escaso recurso estratégico con este uso. Según todas las informaciones, las cuentas del puerto están saneadas y no necesitan del canon que aportará. Por otro lado, la implantación del hotel no presupone un incremento del tráfico de mercancías o pasajeros y el análisis económico que hace meses presentaban los promotores se desmontaba él solito con un número de pernoctaciones superior a la capacidad del edificio. En cambio, lo que sí conseguirá el consumo de este suelo será privar al puerto de un espacio de oportunidad que, mientras tanto, no demanda nada.
Puede ser cierto que a la ciudad le falten hoteles de cinco estrellas, pero eso no implica que se tengan que hacer precisamente ahí. En medio del muelle y recordando a los malagueños que el mismo crecimiento turístico descontrolado que les ha expulsado de sus barrios ahora les priva de sus vistas de la bahía para brindárselas a quienes puedan pagarlas. Y si el problema de la vivienda en Málaga se resuelve yéndose a vivir el extrarradio o los municipios cercanos sin que se nos caigan los anillos, ignoro qué problema tiene que los asistentes a la Copa Davis se hospeden fuera de Málaga.
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