Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
H ACE algunos meses uno de los responsables políticos que respaldan la torre en el puerto de Málaga me aseguraba que los detractores de la edificación podrían estar tranquilos. Con la burocracia que preside la gestión de Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Málaga, completar los trámites se convertiría en un pesadilla.
Mal asunto si para que no se cometan barbaridades en una ciudad hay que confiar en la incompetencia de su administración pública. La Comisión de Ordenación del Territorio tiene previsto aprobar mañana la modificación de elementos para que se pueda construir un hotel en el recinto. Porque nunca se contempló esa posibilidad. Luego el Pleno municipal ratificará el cambio de la normativa y, más tarde, el propio puerto tendrá que pedir autorización al Consejo de Ministros para que haga una excepción. Finalmente, Málaga contaría con una mole con vistas al mar y por el interés general (de los cataríes, añado de mi cosecha).
En los últimos días ha surgido un pequeño problema. En el paripé que desde el inicio se ha hecho con este proyecto -que impulsó el PSOE y ha hecho suyo el PP- en su día se emitió un preceptivo informe ambiental por un tiempo de vigencia que se ha cumplido. El dictamen data de 2017 y utilizó esa terminología despectiva para resumir su contenido porque venía a concluir que si el rascacielos daña la vista siempre cabe mirar en otra dirección. Y claro, para tan sesudo razonamiento jurídico no es necesario que la Junta se dote de técnicos de alta cualificación.
Así que unos dicen que habría que repetir el informe y otros no. Comprensible la actitud de los dirigentes de Urbanismo, que acaban de paralizar la adjudicación de las torres de Repsol por un posible defecto de forma. Si necesitan repiten la jugada por otro papel ya no les quedaría ni una pizca de reputación profesional.
Con el PSOE de Málaga de perfil, no se espera que Pedro Sánchez se levante de izquierdas el día que el expediente llegue al Consejo de Ministros. Al fin y al cabo tampoco hay matices diferenciales entre las políticas urbanísticas de populares y socialistas. Y cuando el presidente del Gobierno habla de los poderes económicos que le hacen la vida imposible, me da la impresión de que no se refiere a Catar.
El alcalde de Málaga nos ha salido ahora experto en planificación familiar. Ha decidido que los que se compren pisos en Repsol trabajen en las oficinas de esos edificios. Así contaminan menos al no desplazarse con los coches . Y él en vez de árboles planta torres como cinturón verde. Estoy ávido por ver cómo convierte al rascacielos en icono de la sostenibilidad de la Expo 2027. Si su burocracia no lo impide.
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