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Así como la pegada de carteles con la que se inician las campañas electorales sólo es hoy una liturgia simbólica porque ni las paredes ni las farolas se empapelan de rostros, ésta de las andaluzas ha dado por acabado el modelo de una carrera basada en mítines. Las caravanas en las que suelen ir los periodistas, para seguir la ruta de los candidatos, desaparecerán porque hay más kilómetros que actos. Ya sabíamos que los mítines se llenan con autobuses pagados por los partidos, es demasiado dinero para tan poco efecto. Quedarán algunos, pero sólo como brebaje para excitar a quienes ya son leales y muy cafeteros.
Ésta es la campaña andaluza más plana que se recuerda. Cubrí la primera en la que Javier Arenas amenazaba al PSOE, allá al inicio de la década de los noventa. La primera condición para que la campaña sea movida es que haya una rivalidad equilibrada entre los dos primeros partidos. La segunda, que el Gobierno desee, o le convenga, tensar la carrera, por ambición o por temor a una alternativa real. Y la tercera es que la opinión pública sienta que esa cita es trascendental, que sea vista como un parteaguas de la historia.
No se ha dado ninguna de estas circunstancias. Una sociedad que está tan satisfecha con un Gobierno autonómico no genera tensiones. Otra cosa serán las municipales y, sobre todo, las generales de 2023. Por cierto, sea cual sea el resultado de hoy, no den nada por hecho para dentro de un año.
Pero a esta desmovilización hay que añadir que los partidos han encontrado en las redes unos instrumentos de persuasión, confirmación y agitación muy afinados. El PSOE ha trabajado en Whatsapp; ha probado, con escaso acierto, un sintetizador de voz para emular llamadas de Juan Espadas, aunque su candidato es quien más kilómetros ha recorrido. El PP ha pubilicitado, por segmentos, en Facebook e Instagram, y ha grabado varios vídeos para distintos públicos. Uno de ellos, por ejemplo, va dirigido a un votante socialista, un trabajador que madruga, que temía hace cuatro años que el PP acabase con la sanidad y que hoy, sostiene el vídeo, sólo ha visto cómo se eliminaba el Impuesto de Sucesiones.
Vox ha sido el más subterráneo. Sólo mensajes para sus leales, sin el filtro de contraste de datos que aportan los medios de comunicación, a los que desprecia. Olona, cuando no ha estado Abascal, sólo se ha paseado por algún mercadillo para grabar vídeos sobre encuentros, supuestamente, casuales, pero a cuyo guión sólo le faltaban las letras de crédito.
Hoy se vota, la movilización será baja, pero no tanto: la corriente ha seguido fluyendo.
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