El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Su propio afán
Mi abuelo paterno, que no llegamos a conocer, repetía, mientras jugaba al dominó, un refrán en italiano macarrónico que ha quedado en casa como lema. Hasta mis hijos lo usan: “Repite, repitati, y nunca perderati”. No me lo puedo aplicar, ay, a mis columnas de prensa, pues, si uno insiste un poco en sus temas, parece que se dedica al refrito, cual Julio Camba, pero sin serlo. Si alguna vez yo contaba una anécdota repetida, mi madre me llamaba muy seria y me decía que mis lectores esperaban de mí una mayor originalidad.
El problema estriba en que la realidad sí que se repite y los temas que un columnista concienciado debería denunciar son machacones. Un asunto que me saca de mis raíles es el desastre ferroviario. Mi hermano Jaime ha escrito desde un tren parado en Albacete un eslogan definitivo: “Renfe nunca falla: siempre te falla”. Es un síntoma de un país que funcionó como un reloj –“los alemanes del sur”– y que ahora no va. Si hablamos del fracaso político, siempre hay quien te afea que seas tan de derechas y te defiende a Sánchez y a Puente y hasta a Ábalos y a Jéssica como la discusión se alargue. Pero los trenes no llegan o ni salen o descarrilan o se paran.
La única escapatoria de los gestores torpes es nuestra resignación. La indignación pública prescribe rápido, entre otras cosas porque depende de las noticias, y éstas están maniatadas por su necesidad de ser novedosas, de no repetirse. Esto es así hasta tal modo que los asesores de un político en apuros le recomiendan que no mire el móvil ni compre periódicos ni encienda la tele en cuatro días. Cuando vuelva, ya será escándalo algún otro. Estamos ante una debilidad estructural de los sistemas que se apoyan en el estado de opinión.
Lejos de mí quejarme sin ofrecer una solución, aunque no sea fácil. Además de releer la defensa de la repetición que hace Kierkegaard, que siempre aporta, si yo tuviese responsabilidad en un medio, abriría una sección, entre Nacional e Internacional, que se llamase “Lo de siempre”. Y que se limitase a recoger noticias que han dejado de serlo porque ya no son novedosas, pero que siguen afectando la actualidad cotidiana de los ciudadanos. Una lista: sigue creciendo la deuda; los trenes llevan siete semanas consecutivas encadenando retrasos; el paro juvenil bate récords, etc. Creo que tendría su interés morboso y, sobre todo, su utilidad pública. El retrato del país saldría más exacto.
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