Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Mientras Mientras hay zonas de nuestro país inmersas en resolver el problema de la España vaciada, la pujanza de otras empieza a marcar hitos muy significativos. Ha sido el Instituto Nacional de Estadística (INE) el que ha advertido, en su proyección demográfica desde 2022 a 2037, que en ese último año, Málaga se convertirá en la provincia más poblada de Andalucía. ¿Podría este hecho plantear un debate sobre dónde debe residir la capital de nuestra comunidad autónoma?
En el año 2005, el Gabinete de Análisis y Estudios del Partido Popular de Málaga publicó un análisis sobre la población media real, tanto residente como visitante, en cada municipio malagueño. A partir de índices indirectos concluyó que toda la provincia tenía un nivel medio de ocupación cercano a los 2.5 millones de habitantes, es decir, un 75% más de la censada. Hoy es el INE el que establece, en los próximos 15 años, un crecimiento demográfico sostenido que alcanzará finalmente los dos millones de habitantes censados. Si tenemos en cuenta que el ritmo de llegadas de turistas a nuestro aeropuerto no ha dejado de crecer, y que el porcentaje de residentes extranjeros no censados prácticamente se mantiene, es de espera que la ocupación alcance un nivel medio de 3.5 millones de habitantes, similar a la de Madrid capital.
Son números que hacen pensar en un horizonte bastante más complejo en lo que a infraestructuras y sostenibilidad se refiere. La capacidad hotelera puede estar asegurada, pero probablemente la de residencia permanente requiera de un incremento considerable. También las fuentes de producción de agua y energía deben ser redefinidas y concretadas, sobre todo si deseamos tener una seguridad alimentaria estable. Y los retos de gobernanza, ante ese incremento demográfico, deberían ser más ambiciosos. Siempre da vértigo el paso de ciudad grande a gran ciudad, pero en nuestro caso va a ser la transformación de toda una provincia al unísono. Muchas son las señales que llegan, tanto de empresas españolas que buscan áreas más tranquilas, como de corporaciones internacionales atraídas por el desarrollo tecnológico e industrial de la zona. En apenas unos años hemos pasado de denunciar el bajo nivel retributivo del personal del PTA, a quejarnos del incremento de los alquileres provocado por los altos salarios de sus trabajadores. Un victimismo crónico que nos caracteriza, pero que poco nos ayuda a caminar.
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