Sakura

21 de marzo 2025 - 03:06

En un país lleno de simbología como es Japón, una de las leyendas más conocidas es la que tiene como protagonista principal a una joven llamada Sakura, cuyo nombre significa “flor de cerezo”. La historia cuenta que Sakura se enamoró de un humilde campesino, pero su amor fue prohibido por su familia, que la quería casar con un noble. Ante su tristeza, Sakura pidió ayuda a los dioses, quienes la convirtieron en un cerezo en flor para que pudiera permanecer cerca de su amor para siempre. De ahí proviene el hecho de que, a la floración de los cerezos, uno de los espectáculos más maravillosos que se producen en nuestro planeta por estas fechas, se le denomine Sakura. Comienza a finales de marzo en las regiones más cálidas y se extiende hasta mayo en las más frías. Por lo que es fundamentalmente en abril cuando sucede el Mankai, un breve periodo de no más de dos semanas en el que los cerezos en flor tiñen paisajes enteros de suaves tonos rosados y blancos. Este carácter efímero simboliza la transitoriedad de la vida y la importancia de disfrutar del momento presente, un mensaje central del budismo relacionado con la permanencia. Ver cómo las flores alcanzan una belleza mágica y caen pocos días después, simboliza el paso del tiempo e invita a disfrutar del momento.

Este ciclo breve y hermoso se convirtió en un símbolo poderoso para los samuráis, cuya vida se regía por un código estricto conocido como bushido, que enfatizaba la aceptación de la muerte como parte natural de la vida. Según la mitología popular japonesa, los cerezos inicialmente daban flores blancas, pero adquirieron un tono rosado debido a las batallas de los samuráis, porque los árboles absorbían la sangre de los guerreros. Hoy en día, los japoneses han convertido en tradición lo que ellos llaman Hanami. Se trata de la costumbre de contemplar los cerezos en flor acompañados por amigos y familiares, celebrando la belleza de la naturaleza y reflexionando sobre el significado de la vida, la brevedad de ésta y la inevitabilidad de los cambios.

Mientras, a muchos kilómetros de distancia, nosotros celebramos la Semana Santa y la Feria. Lo hacemos alborozados, felices y hermanados, aunque cantemos saetas y llevemos pesados pasos sobre los hombros; y si, somos más ruidosos, salvo cuando desfila la Hermandad del Silencio, y quizás menos reflexivos; pero, aunque no somos iguales, compartimos la alegría que supone la aventura de vivir ,y la disfrutamos en compañía de amigos, porque sabemos que ésto de la vida , dura poco.

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